La caligrafía arábe se diferencia de la latina por su composición. Ambas son alfabéticas, pero mientras que la letra latina constituye unidades separadas, en la escritura arábiga son parte de una unidad.
Historia de la caligrafía árabe
La historia debe remontarse a antes del año 512, fecha en que aparecen las primeras inscripciones propiamente árabes. Con anterioridad esta cultura, se transmitía oralmente, usándose la escritura para anotaciones comerciales, contabilidad, epitafios. Los habitantes del Norte de Arabia, los Nabateos, utilizaban esta escritura; el paso del fenicio al alifato y después al árabe siguió su curso y la escritura árabe quedó fijada definitivamente en torno al año 735.
El impulso definitivo se lo dio la rápida expansión del Islam, creándose una administración compleja y un volumen de papeleo desconocido para la organización tribal anterior al Islam.
En el transcurso de los siglos se desarrolla, en los territorios influidos por el Islam, desde Persia a Etiopía y Al-Andalus, muchos tipos de escritura que actualmente han desaparecido; tan sólo la escritura árabe y la etiope y el tiffinagh de los touaregs han sobrevivido.
Un hecho raro en toda la historia de la escritura, es que el tiffinagh es exclusivo de las mujeres; la sociedad targuie es matriarcal y aquí como en todas partes, poseer la escritura, es poseer un cierto poder.
El desarrollo de la caligrafía como arte va ligado al hecho de que el Islam prohíbe la veneración de representaciones figurativas.
El Corán
El visir Ibn Muqla codificó a principios del siglo X en Bagdad los seis estilos: Naski, Muhaqqaq, Rayhani, Tawqui, Riqa y Thuluth formulando la proporción y medida de cada letra; desde entonces sirven de pauta para todos los calígrafos.
Mientras el Corán se escribía en pergaminos, se conservó la escritura cúfica. En el siglo XII, ya impuesto el papel, se utilizaron tres de los estilos el Naskhi, el Muhaqqaq y el Rayhani, mientras los otros tres estilos están reservados a la escritura de las cancillerías, la administración y la correspondencia.
La caligrafía es un arte que no puede aprenderse mediante la memorización de reglas; para un calígrafo fue siempre natural intentar conseguir durante su formación, el dominio de por lo menos los «seis» estilos.
La caligrafía es expresión evidente de la palabra y el discurso, lo mismo que ambos son expresión de ideas, que contiene el alma y el pensamiento, por lo que ambas deben ser signos perfectamente claros.
Los beneficios físicos y espirituales que aporta la caligrafía a quien la practica, infunden paciencia disciplinaria y perseverancia. El maestro calígrafo subordina la humana apetencia de prestigio personal, dejando de lado la competencia.
Las grafías árabes
Es axiomático que aquel que invierte su energía en lo intranscendente, obtiene el rédito proporcional a su inversión.
La grafía árabe se escribe de derecha a izquierda de la razón al corazón. Desde siempre se ha considerado la caligrafía como parte del camino espiritual.
Quien enseña caligrafía árabe debe ejercitar constantemente tres estados fundamentales en su interior. La paciencia, al tener que construir un nuevo lenguaje interno, en quien no sabe. La generosidad, pues debe darle todo a su discípulo sin guardar nada para sí.
La humildad, al intentar conseguir que el alumno supere al instructor. La maestría del alumno pone en evidencia la calidad de su instructor.
Aquel cuya alma tiene el don de la inteligencia, su lengua el de la elocuencia, su mano el de la caligrafía, disfruta de un aspecto externo agraciado y tiene un carácter agradable, posee en perfecto orden las mejores cualidades y ha sido colmado con una gran profusión de virtudes. Sólo le falta dar las gracias por haber llegado a obtener todo eso.
(Fuente. Revista Cejillas y Tejuelos. Artículo escrito por Carlos Zamora Ródenas)
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