La familia de Pascual Duarte. Primera novela de Camilo José Cela. Después de que varias editoriales de prestigio rechazaran los originales, fue editada en Burgos en 1942, en la imprenta Aldecoa.

Una edición posterior de la misma imprenta fue prohibida en Madrid por la censura, que la consideró contraria a las buenas costumbres. La tercera edición apareció en Buenos Aires.

Confesión íntima de un criminal condenado a muerte. Es el año 1937. Una nota informa del hallazgo del manuscrito a mediados de 1939.

Pascual Duarte, que espera ser ajusticiado, escribe sus memorias. El relato se reparte en 19 capítulos. Una nota del transcriptor informa de que ha encontrado las memorias en una farmacia de Almendralejo y quiere que éstas sean <<modelo de conductas; un modelo no para imitarlo, sino para huirlo>>, y dice también que <<no ha corregido ni añadido una tilde>>, aunque sí <<la errada ortografía>> y <<algunos pasajes demasiado crudos de la obra>>.

Pascual Duarte, cincuenta y cinco años, es un campesino extremeño que espera en su celda ser ajusticiado y que inicia así su confesión: <<Yo señor no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo>>. Ha nacido en un pueblo de la provincia de Badajoz, cerca de Almendralejo.

Es hijo de una despiadada mujer y de un alcohólico agresivo que muere el día en que la madre da a luz un nuevo hijo. El medio sórdido en el que se cría parece ir determinando su vida. Los cinco primeros capítulos informan sobre la vida de Pascual Duarte y su difícil infancia.

El sexto es una reflexión del condenado sobre la muerte y la felicidad. En los restantes se suceden los crímenes. Primero viola a su novia Lola y la deja embarazada. Se casa. Lo vemos apuñalar a la yegua porque su madre ha perdido el niño que llevaba en el vientre en una caída del animal.

El hijo vivo del segundo embarazo morirá a los once meses. Vive Pascual con su madre, su mujer y su comprensiva hermana, dedicada a la prostitución. En el capítulo 13 hay una nueva pausa reflexiva.

Pascual se confiesa con el capellán de la cárcel. Sigue después el relato de su pasado y cuenta cómo se marcha a Madrid y luego a la Coruña, en busca de trabajo. Dos años después, cuando vuelve a su pueblo encuentra a su mujer preñada del Estirao. La mata, y también al causante del embarazo.

Por estos dos crímenes cumplió una condena de tres años de cárcel. Sale por su buen comportamiento y regresa al pueblo. Se casa ahora con Rosario, una mujer que le ha buscado su hermana. La madre le hace la vida imposible y Pascual, incapaz de controlar el odio que va almacenando hacia ella, la asesina.

Un poco antes había planeado trasladarse a La Coruña. Aquí se acaba su confesión, pero se nos cuenta después que mató al cacique, el conde de Torremejía, amigo del destinatario de las memorias.

El texto invita a interpretar que Pascual mató al conde para acortar su agonía, pues lo encontró malherido. Éste es el crimen que lleva al protagonista al patíbulo y no a los demás.

Se cierra la historia con un informe de la guardia civil y otro del capellán que medita sobre el bien y el mal y la dificultad de juzgar las acciones humanas.

Para el cura, Pascual es un <<manso cordero>> en la prisión.  Una carta escrita por el propio Pascual y dirigida a don Joaquín Barrera López aparece al principio de la novela acompañando al envío de sus memorias.

El artificio formal aleja al autor de su texto, y al tiempo permite esa intimidad de la primera persona, que tanto ha contribuido al logradísimo tono del relato.

Estamos, por tanto, ante unas memorias salvadas de la quema, y por eso han sido publicadas.

El texto, amargo y salvaje, se adscribió de inmediato a la corriente tremendista, es decir, el gusto por las situaciones truculentas y crueles y así lo explicó el propio autor: <<Quise ir al toro por los cuernos y, ni corto ni perezoso, empecé a sumar acción sobre acción y sangre y aquello quedó como un petardo>>.

Pero la narración no resulta tan fría como puede aparentar porque hay un cordial lirismo, un fondo humano y una sorprendente bondad natural para atemperar la conducta de Pascual que brota incluso en los peores momentos. Muchas veces aparecen dos juicios sobre los hechos: el que le mereció en el momento de realizarlos y el que le merece en el momento de contarlos.

Con el segundo juicio el condenado intenta explicarse cómo vino a cometer tales errores, a partir de qué circunstancias. Criado en un ambiente violento e irracional, su conducta está dominada por el instinto, mezcla de violencia y afectividad.

El destino y los impulsos primarios rigen los designios de Pascual. Sabemos desde el principio que va a ser ejecutado por el asesinado del conde de Torremejía y que su confesión entera, la parte que conocemos y la que no, va dirigida en última instancia a esa víctima postrera.

El lector no tiene a quién imputarle la responsabilidad de ese mal, se siente confundido entre la monstruosidad de los crímenes y esa escondida alma del narrador, más bien tímida y tierna.

Pascual, aun cargado de crímenes, termina pareciendo una buena persona, de una compleja y honda inteligencia y sensibilidad y tiende el lector a considerarlo como una víctima de la sociedad porque su violencia parece el resultado del instinto sin libertad.

Esa capacidad para convencernos de la inocencia de un ser tan cruel es la que ha reconocido la crítica como detonante literario de su éxito y tal habilidad debe buscarse en su lenguaje, en la piedad como tono, en la ternura con que trata a algunos personajes. Por eso parece más lírica y filosófica que social, como lo prueban el informe del capellán de la prisión que cierra la novela y que es una meditación sobre bien y el mal y la dificultad de juzgar las acciones humanas.

Nos encanta la precisión del lenguaje, la justeza de las palabras, la penetrante expresividad, y nos asombra el caudal de vocabulario.

Cree Marañón que la novela <<ha tenido el privilegio, excepcional en la historia de la literatura, de pasar, en términos breves, desde la categoría de un libro juvenil y de batalla  a la de un libro clásico>>.

Para E. Brown, <<el mayor mérito de la novela es su sutileza en la manera de mostrarnos que el violento campesino protagonista, aparentemente perseguido por un encadenamiento fatal de circunstancias, es una personalidad trágicamente compleja>>, y añade: <<Haber expresado todo esto valiéndose del dificilísimo recurso de los recuerdos personales de un aldeano sin instrucción es una hazaña literaria muy digna de tenerse en cuenta>>.

Para Domingo, <<Algunas de las páginas del Pascual Duarte destacan por su vigoroso poder de representación y siempre con la sobriedad del léxico, que aun revistiendo un carácter popular no oculta la condición intelectual del novelista>>.

Ha escrito Cela en sus memorias que tuvo una fuerte recaída en su salud y creyó que iba a morirse y entonces el Día de Reyes de 1942 le pidió a su madre los cuadernos donde escribía la novela y desde la cama, sin <<fuerzas ni ánimo>>, redactó las cartas del cura y del guardia civil para ponerle punto final.

Una vez difundida, no fueron todas las opiniones tan unánimes, y algunos críticos vieron limitaciones en la alteración del punto de vista narrativo, o en la profundidad de personajes secundarios.

Sin embargo, y a la espera de lo que le depare el futuro, estamos ante una novela española del siglo XX más traducida y más unánimemente aceptada en el mundo. Los años no le han perjudicado un ápice y sigue conservando hoy su encanto original.

Cela y la familia en su novela: La familia de Pascual Duarte
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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