Catálogo de voces o noticias dispuestas por orden alfabético.
1) Las palabras que sirven de título a cada uno de los artículos suelen componerse de negrillas versales o minúsculas (aunque, por muchas razones, deberían ser siempre minúsculas). También se admiten la cursiva o las versalitas, pero son menos usadas.
2) Las abreviaturas de las que se hace generoso uso en este tipo de composiciones, se escriben generalmente de cursiva, pero también suelen usarse de redondo, si bien es menos usual. No es corriente usar abreviaturas en el curso del texto; sin embargo se admite la de la palabra que da nombre al artículo cuando ésta se repite en el texto; es preferible, no obstante, ponerlas a lo largo, de negrillas o de cursiva.
3) El texto de cada artículo suele ajustarse a la composición en párrafo francés, pero tampoco ésta es una regla absoluta; muy al contrario, actualmente casi todos los diccionarios se componen según el sistema de párrafo ordinario, sangrando la primera línea.
4) Para ahorrar espacio, los diccionarios suelen componerse a medida estrecha y se disponen a dos o más columnas por página.
5) Las diversas aceptaciones de una palabra se separan por medio del signo doble pleca (||) u otro similar, que va siempre colocado después de un punto y espacio, y seguido de espacio; puede ir a fin de línea, pero no a principio, y en tanto sea posible debe evitarse que dos o más líneas terminen con este signo (naturalmente, a veces es imposible evitarlo, y así vemos diccionarios que llevan este signo no sólo repetido, a principio de línea, sino colocado, y a veces repetido, a principio de línea; el corrector debe examinar si la posición correcta de este signo es posible; si no lo es, respetará el texto tal como lo haya dejado el compositor, pues a veces las soluciones son peores que los defectos).
6) Los grabados que necesiten arracada se colocan por regla general a la derecha de la columna, sea cualquiera la página o columna en que se halle. Esta norma, que es una excepción, responde a la necesidad de respetar el comienzo del artículo, que no puede ir sino al principio de línea.
7) Un diccionario no suele llevar índice, pues parecería redundante, pero algunos sí lo llevan, y muy justificadamente, por cierto. Los tipos de obras que tratan de temas históricos, mitológicos, etc., necesitan y deben llevar un índice alfabético de nombres o materias (o ambos), con indicacióin de la página y columna en que aparecen.
DICCIONARIOS ENCICLOPÉDICOS
Suelen ser de composición más compleja que los simplemente lexicográficos.
1) El menos (-) sustituye dentro del artículo a la voz o voces con que éste empieza, en los casos en que el título del artículo admite una nueva voz propuesta. Antepuesto a una cifra arábiga indica fecha anterior a Jesucristo: -220 = 220 antes de Jesucristo.
2) El signo párrafo separa las locuciones, frases, etc., de las aceptaciones del artículo.
3) El calderón separa del texto propio de la definición de la voz cualquiera aclaración no vinculada de forma directa con el artículo: pronunciación, conjugación de un verbo, indicación del plural, etc.
4) En el Diccionario manual académico, un asterisco (*) antepuesto al título del artículo indica que tal voz es incorrecta: vulgarismo, barbarismo, extranjerismo, etc. En otros diccionarios este mismo signo se usa para sustituir a la voz véase o para otros usos convencionales: <<nacido en>>, etc.
5) En el mismo Diccionario manual académico, el corchete abriendo ([) antepuesto a una palabra o frase indica que se halla en periodo de prueba, y que si bien no es incorrecto usarla, la Academia aún no la ha aprobado para su inclusión en el Diccionario general (e incluso podría no aprobarla).
6) Existe la costumbre de escribir el texto de un artículo en un solo bloque (separando las acepciones o derivaciones de su significado por los signos antes mencionados); sin embargo, no es regla absoluta, sino que cada editorial, de acuerdo con el proyecto y las características particulares de la obra, lo dispone según cree conveniente.
La forma de composición en bloque es más clásica, pero actualmente, se usan otras, particularmente (si no únicamente) en los diccionarios enciclopédicos.
ALFABETIZACIÓN
En la alfabetización de los diccionarios lexicográficos se siguen las normas generales de *alfabetización. Sin embargo, en los enciclopédicos se presentan otros problemas.
1) Los nombres de santos se alfabetizan por su nombre propio, seguido del adjetivo: Tomás de Aquino, Santo; Clemente, San; Paula, Santa, etc.
2) Si un pueblo lleva el nombre de un santo, la alfabetización se hace al revés, o sea, anteponiendo el adjetivo: San Francisco, San Antonio, etc.
3) Los nombres de personas se alfabetizan por su primer apellido: Alsina, Adolfo. Si en el mismo artículo hay un nombre con dos apellidos, se pone detrás del que sólo tiene uno; así pues, Alsina, Adolfo, irá antes que Alsina y Amils, Antonio.
4) Los nombres propios predecidos de tratamiento llevan éste pospuesto, y se alfabetizan por el apellido, sin tener en cuenta aquél para el orden alfabético: Caxton, Sir Anthony, o Arruga, Pedro, conde de.
5) Los nombres rusos, portugueses y anglosajones se suelen alfabetizar por el segundo apellido, seguido del nombre y el primer apellido: Salazar, Antonio de Oliveira, aunque también se puede registrar el primer apellido, remitiéndolo al segundo: Oliveira Salazar, Antonio de. V. Salazar, Antonio de Oliveira.
6) Los nombres chinos, hebreos, árabes, etc. suelen alfabetizarse tal cual se escriben: Mao Tse-Tung, aunque también se puede, como en el caso anterior, consignar por Tse-tung, Mao. V. Mao Tse-tung.
DICCIONARIOS ACADÉMICOS
La Academia dispone de tres tipos de diccionarios: el Diccionario general, común, oficial o grande, que suele editarse con intervalos de alrededor de diez años; el manual ilustrado, y el de autoridades o histórico (cuya confección durará cincuenta años).
El Diccionario general contiene todas las voces aprobadas y admitidas por la Academia hasta el momento de su publicación; en él se contiene la doctrina académica respecto a cada una de sus voces (salvo las erratas, inevitables en toda obra humana); sus voces, como las acepciones de éstas, son susceptibles de aumento, disminución o cambio, decisiones que a partir de marzo de 1964 aparecen regularmente en el Boletín de la Real Academia Española.
El Diccionario manual ilustrado es un como resumen del general, con aspectos que no recoge éste, como son los plurales irregulares, conjugación de los verbos irregulares, inclusión de voces en periodo de prueba, barbarismos, extranjerismos, etc.
Las voces en periodo de prueba, las recoge el manual precedidas de corchete, lo cual indica que deben usarse con ciertas prevenciones, pues no han recibido aún la sanción definitiva; en la edición siguiente del Diccionario general éstas son admitidas en él o rechazadas de los dos. Los barbarismos y extranjerismos se señalan precediéndolos de asterisco, y las demás indicaciones, con calderón.
1) Acatamiento de las decisiones del léxico oficial. Existen dos tendencias entre correctores y escritores por lo que respecta a la obediencia y acatamiento que se deben a las decisiones plasmadas en el Diccionario académico; unos propugnan la obediencia casi ciega, y cualquier palabra que no esté registrada en él es digna de la reprobación más absoluta; otros, por el contrario, hacen olímpicamente caso omiso de aquél.
Ambas posiciones son extremas, y por ello condenables. En primer lugar, el Diccionario académico no recoge todas y cada una de las palabras que nuestro idioma necesita para desarrollarse; un idioma es algo que se renueva, que crea, que rechaza, que resucita voces muertas o que las mata; como todo organismo con vida propia, necesita renovarse.
La Academia, hasta hace poco, era bastante remisa en la admisión de nuevas voces, sobre todo por lo que respecta a americanismos, extranjerismos, neologismos y tecnicismos.
Hoy se han admitido muchos americanismos y galicismos y demas -ismos que hace sólo diez años hubieran escandalizado a un académico purista; ahí están tener lugar, lupa, mistificar, etc., para demostrarlo; incluso algunas (como el término tener lugar, fácilmente sustituible por voces españolas de pura cepa) han sido casi diría rechazadas por correctores y autores no muy fiables seguidores de las decisiones académicas, lo cual demuestra la liberalidad con que la Academia ha abierto su mano en la admisión de voces nuevas.
Todo esto demuestra que la obediencia ciega, sin más razonamientos, a las decisiones del Diccionario es desacertada; la experiencia demuestra que las voces incluidas en el léxico oficial no son suficientes para el desarrollo normal de la literatura. El Diccionario de la Academia, pues, es muy necesario y no debería faltar en ningún establecimiento tipográfico.
USO DEL DICCIONARIO ACADÉMICO
El Diccionario académico tiene ciertas peculariedades que conviene conocer, a fin de no aplicar erradamente sus decisiones. Para ello es conveniente conocer los siguientes extremos:
1) Cuando en el Diccionario se remite de una voz a otra, la Academia prefiere aquella en que se halla la definición de la voz, por ejemplo: si buscamos la voz carocha, el Diccionario nos envía a carrocha, y allí da la definición; la forma carrocha es la preferida por la Academia, aunque la anterior se considera tan correcta como la segunda; puede dars el caso de que una voz nos remita a otra y ésta a una tercera, donde se halla la definición: esta tercera es la preferida.
2) Si se trata de voces de igual grafía y distinta acentuación (por ejemplo, quiromancia y quiromancía), la que figura en primer lugar es la preferida, pero la segunda ha de considerarse tan correcta como la primera.
3) Las voces anticuadas (precedidas en el texto oficial de la abreviatura ant.) comúnmente no son usadas; la voz o la acepción pertenecen exclusivamente a la Edad Media, o al menos han sido desechas en el lenguaje moderno; sin embargo, algunas vuelven de nuevo al caudal del uso, y si un autor las emplea repetidamente deben respetársele.
4) Tampoco están en uso aquellas voces precedidas de la abreviatura desus. (desusada), y se refiere a las voces que se usaron en la Edad Moderna; sin embargo, algunas de estas voces siguen vivas en ciertas regiones o sectores geográficos, donde han de tenerse como correctas.
5) Los americanismos los admite la Academia para uso exclusivo de los países hispanoparlantes de América; así pues, todo escritor hispanoamericano tiene perfecto derecho a usarlos, y los correctores deben respetarlos. Se han dado lastimosos casos de correctores de estilo que han mutilado y cambiado totalmente una obra de un autor hispanoamericano, en aras de un purismo que no tenía razón de ser.
Hispanoamérica tiene su propio modo de hablar y de escribir, tan valiosos como los nuestros; lo maravilloso de ello es que vienen a enriquecer nuestra propia lengua, la lengua que les legamos y enriquecida con la expresión de su propio genio y de su manera de hacer y decir.
6) El Diccionario académico no incluye los diminutivos acabados en -ico, -illo, -ito, los aumentativos en -on, -azo y los superlativos en -ísimo, así como la mayoría de adverbios en -mente y los por ellas llamados despectivos en -uco, -uca, con todo lo cual no se nos hace ningún favor. Sabemos que en muchos casos harían que el volumen del Diccionario fuera inmenso, pero por contra ha traído el que muchos correctores desconfíen de la forma pobrísimo (por poner un ejemplo), perfectamente correcta, y prefieran paupérrimo, cultismo incomprensible para muchos, sólo porque aquélla no está registrada en el Diccionario, y ésta sí.
7) En cuanto a las frases, locuciones, modos adverbiales, etc., la Academia los incluye en su Diccionario y en la voz a que corresponda según el siguiente orden de preferencia: sustantivo (o cualquier voz usada como tal), verbo, adjetivo, pronombre y adverbio.
Por ejemplo, en la palabra párrafo se recogen echar un párrafo (que, como se ve, comienza por verbo, a pesar de lo cual se prefiere el nombre) y párrafo aparte, que, ésta sí, empieza por nombre. Sin embargo, en la frase duro de cocer y peor de comer se ha atendido al verbo para situarla (puesto que no lleva ningún sustantivo), y así se ha hecho en la voz cocer, que es el primer verbo de la expresión.
8) En términos generales, cuando una voz o frase no se encuentre de una forma debe buscarse de otra, hasta agotar todas las posibilidades. Muchas veces se da por incorrecta una forma por no haberla buscado en dos palabras, pongo por caso, o en el verbo del que se deriva.
(Fuente. Diccionario de tipografía y del libro. José Martínez de Sousa)