María Lejárraga(La Rioja, 1874 – Buenos Aires, 1974) Brillante escritora y combativa feminista, convirtió su matrimonio en la fachada de su sumisión intelectual, eligiendo voluntariamente el anonimato. Escribió prácticamente la totalidad de la obra de su marido, el reconocido dramaturgo Gregorio Martínez Sierra.
Durante su vida, María Lejárraga, conocida también como María Martínez Sierra, al tomar el nombre de su marido, fue una mujer moderna con una clara conciencia feminista. Dedicó su vida a la defensa de la igualdad. Ya desde muy joven se esforzó por acceder a una educación que no era habitual entre las mujeres, obteniendo la plaza de maestra en Madrid
El amor como prisión
A pesar de todo, la vida de María Lejárraga es la historia de una sumisión, escribió prácticamente la obra literaria que hizo famoso a su marido, el dramaturgo y empresario Gregorio Martínez Sierra. Él se encargaba de las relaciones públicas de la empresa teatral familiar, mientras María, ajena a la bohemia literaria, permanecía en casa escribiendo los guiones y novelas que firmaba su marido.
A los veintitrés años, María conoce a su futuro marido, que tiene 6 años menos que ella. Se casan, viajan por Europa y deciden fundar las revistas Helios y Renacimiento, portavoces del movimiento modernista y en las que colaboraban Juan Ramón Jiménez, Pérez de Ayala, los hermanos Machado, Unamuno y Rubén Darío.
Nueve años después, María descubre la infidelidad de su marido. Aún así, el matrimonio sigue adelante y ella continúa escribiendo las obras que la amante de su marido protagoniza. En 1911, María escribe Corazón de cuna, la obra que consagra a Gregorio Martínez Sierra como un autor dramático. Pero todo tiene su límite y cuando la amante de Gregorio dio a luz a la hija de su amante, María decide separarse. Aún así, la escritora continuó escribiendo para él hasta su muerte en 1947.
La política, un refugio
“Que hombres y mujeres llevemos una vida serena, fundada en la mutua tolerancia que cabe entre iguales, no en la rencorosa y degradante sumisión del que es menos, opuesta a la egoísta tiranía”. A pesar de escribir y defender ideas como esta, y de llevar una sección quincenal en un diario llamada “La mujer moderna”, siempre bajo el nombre de su marido, el corazón de María la traiciona. La contradicción entre su forma de pensar y de actuar solo se puede explicar por una relación basada en la sumisión, o como afirma una de sus biografías, por una fidelidad mal entendida. Tras la separación, María incrementa su activismo político y feminista, tiene un papel destacado en el Lyceum Club y en 1931 funda la asociación La Cívica, motor de la lucha por el sufragio femenino. Se integra en el partido socialista, experiencia que narró en el exilio, ya con su nombre, en Una mujer por los caminos de España. También firmó La mujer española ante la República y Nueve cartas a las mujeres de España, donde reflexiona sobre el amor.
Recuperar su yo
Tras la muerte de su ex marido, María logra reunir las fuerzas necesarias para recuperar su identidad intelectual. La guerra civil la fuerza al exilio y muere en Argentina en 1974. En 1987, Patricia O’Connor publica Gregorio y María Martínez Sierra, historia de una colaboración, donde confirma lo que una gran parte de la intelectualidad de aquella época sabía, que la autora de prácticamente la totalidad de la obra de Martínez Sierra había sido su mujer, María Lejárraga.
Cuántas mujeres permanecerán aún en la sombra, menos mal que al final, aunque sea ahora, cuando ella ya no puede asistir a su reconocimiento como autora, se sabe quién fue de verdad.