Las primeras manifestaciones literarias del Perú corresponden al mundo quechua, cuya literatura, de carácter oral, ha tenido una evolución ininterrumpida. El Inca Garcilaso en sus Comentarios reales, Cieza de León en Del señorío de los incas, Cristóbal de Molina en sus Fábulas y ritos de los incas, Juan de Santa Cruz Pachacuti en su Relación en las antigüedades deste reyno del Pirú y Huamán Poma de Ayala en su Nueva Crónica y buen gobierno, constituyen las principales fuentes para el estudio de la literatura precolombina. Las formas poéticas más valiosas recogidas por los cronistas son la oración dirigída a Huiracocha, dios invisible y predominante, y el arahui, canción amorosa, de refinado lirismo. Otra forma popular fue el taki, diálogo cantado dentro de una danza. Existieron también una poesía burlesca y otra referida a las ceremonias agrícolas. En el teatro destaca el Ollantay, primera obra peruana que muestra una íntima fusión de temas nativos y formas hispánicas.
A diferencia de la poesía azteca, la peruana es más bien sobria y coloquial; los himnos religiosos poseen un tono reflexivo y directo. Las canciones amorosas emplean comparaciones tomadas de la naturaleza y utilizan un ritmo enunciativo. Durante el virreinato y la república esta literatura derivó hacia una tonalidad más dramática. Se desarrolló una poesía festiva, ligada a la música pentatónica, a las fiestas religiosas y al carnaval. Las literaturas populares conforman la expresión del pueblo indígena peruano.
A la conquista pertenece el abundante capítulo de las crónicas de Indias, relaciones históricas, geográficas, militares que también son testimonio de los primeros contactos y reacciones del conquistador. La crónica es un repertorio de los hechos, así como una relación de la mentalidad del nuevo habitante americano. El Inca Garcilaso de la Vega culmina esta literatura.
Durante el virreinato la literatura peruana sigue los moldes de la peninsular, aunque con algunos variantes; así, a la época sonora de La Araucana corresponde el Arauco domado, de Pedro de Oña. En el texto de Oña el canto a los hechos es reemplazado por el canto al ambiente, a las bellezas y prestigios naturales. El barroco será la perspectiva que mejor se adapte a la expresión americana: el poeta ve flores europeas en el paisaje americano y así duplica su realidad, la universaliza en el lenguaje.
Las ideas de la Ilustración abren la época racionalista y enciclopedista que cuaja en la creación del Mercurio Peruano, primera publicación importante del país; época dada al ensayo y a los repertorios empiristas, supone también un segundo movimiento para recuperar el tema peruano como un ajuste cultural al medio. Ya al borde de la independencia, Mariano Melgar reflejará el primer brote de un nativismo expresivo: una poesía culta basada en lo popular. El romanticismo no dio una buena literatura en Perú y solo puede mencionarse a César Augusto Salaverry.
La poesía peruana cambiará de rumbo cuando el repertorio de prestigios culturales se agote: con la poesía de José María Eguren la imagen del poeta civil termina. Con él la poesía peruana alcanza la universalidad postergada desde fuentes de la tradición de la poesía española, movimiento ya planteado por González Prada y que supone la apertura modernista. Por otra parte, la generación del 900, de formación arielista fue en general tradicionalista e hispanista, como en el caso de José de la Riva Agüero; en cambio, Francisco y Ventura García Calderón son más cosmopolitas y afrancesados.
Después de Eguren, César Vallejo inicia una obra excepcional: son los fundadores de la poesía moderna en Perú y supondrán las dos tendencias que señalarán la situación de la poesía peruana. En la novela, el naturalismo había producido una narrativa convencional, aunque el nativismo temático y una descripción familiar y social mostraban la intención crítica.
En las décadas de los 30 y 40 la poesía se abre hacia la experimentación de las vanguardias europeas. Las obras de Carlo Oquendo de Amat, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen y Martín Adán asumen y resuelven la influencia dadaísta, el surrealismo, la escritura autónoma del automatismo y la misma tradición hispánica que ya Vallejo había asumido como lo haría Martín Adán. A este importante momento de la poesía peruana sigue otro, el de la influencia postsimbolista y la poesía francesa. No se produciría una narrativa notable hasta la década de los 50, cuando los mundos urbanos y marginales a la ciudad reclaman la atención del narrador joven.
La crítica literaria tuvo en la generación del 25, con José Carlos Mariátegui y Luis Alberto Sánchez, dos iniciadores del análisis estético en un cuadro historicista y sociológico. Solo en los últimos años un movimiento crítico coincide en una preocupación textual desde la estilística y el análisis lingüístico introducidos en el Perú por Jaime Luis Cisneros.
En la década de los 60, por último, la poesía peruana recupera una nueva apertura cuando se abre a los experimentos de la poesía de habla inglesa, buscando un repertorio de formas y temas modernos en la historia y en la cultura desde un plano intelectualmente conflictivo que termina fundiendo la vieja oposición de poesía “pura” y poesía “crítica”.