Contaban que después de la muerte de un hombre le dejaban de crecer las uñas. Como cuando se rompen las ramas del árbol por el peso de la fruta y después, este fruto del árbol roto madura y produce un fruto dulce y jugoso… Mira, las uñas crecidas del hombre eran eso, como su último resto y su dulce jugo era el agua que se filtraba a través de su alma. La uña crecida, por sí misma, al sentirse de repente que el espíritu de su cuerpo ya no existe, deja de crecer. Eso es porque la uña se alimenta del espíritu y no del alma. La uña que pertenece al cuerpo tampoco entiende en seguida que el cuerpo está muerto, sino que es con el paso de tiempo cuando lo comprende. ¿Y cómo yo puedo creer en tu ausencia de repente? Tú también formabas parte de mí…
¿Aunque no estás, quieres que te cuente un cuento? Te voy a contar una historia de verdad, cuando sucedió tú tampoco estabas, igual que ahora. Yo vi con mis propios ojos el nacimiento del último héroe.
Los hombres de aquí no se preguntaban uno a otro antes de que naciera y llegara el héroe. Por aquel entonces, no necesitaban al hombre osado, ni tampoco su valentía. Los hombres eran como un caballo: comían, dormían, y cada año crecían relinchando como un caballo. En esos momentos, inesperadamente la esposa de Asad dio a luz a este héroe. Él no pasó a la historia como el héroe Masíh, pero quedó grabado en la memoria de forma especial. Cuando él nació no se parecía a nosotros. Las manos, los pies, las palmas de las manos y sus pensamientos ya eran más grandes que los nuestros. El heroísmo era como una sonrisa en su cara. Él no hacía o alcanzaba muchas hazañas, sino que el heroísmo estaba en él mismo. Él tampoco trabajó, ni comió, ni se encariñó con sus padres y agachando la cabeza, atendiendo a sus menesteres, comiendo, entre gentes sencillas existió durante muchos años como un extraño. Todos sabían que él era una persona valiente. También todos creían que algún día llevaría a cabo sus hazañas y cambiaría el mundo. Pero este hombre osado no podía realizar las proezas que le llevarían a ser un héroe y por eso él se sentía una gran frustración. Para un hombre osado de nacimiento como él, era muy difícil no poder realizar hazañas igual que para nosotros también. El héroe se sorprendía mirando este mundo lo que en él veía. Era muy extraño para él ver a personas grises y anodinas que pueden vivir cada día sin realizar proezas durante ese tiempo. Él no sabía bien qué hacer con la fuerza que se sentía que salía de él. Pasaban los años en la vida del héroe, y él manoseaba los años y del mismo modo los años también lo hacían a él. Pero sentía que el que le mandó a este mundo, tenía algún fin en ello. ¿O es que era tan difícil el pasar de los años para él?
Un día se sintió aburrido y se fue en dirección a la montaña. Los escritores reciben su fama debido a cómo cuentan las historias. Acercándome a este estilo, voy a intentar narrar los acontecimientos que sucedieron en la cima del monte durante cinco años desde su principio hasta su fin.
Tú también te aburrirías e incluso yo también. Durante cinco años el héroe estuvo sentado en una piedra. Llegó un día en el que él tendría que convertirse en un profeta, o bien, suicidarse saltando desde la cima del monte hacia el precipicio. El héroe entendía que esta existencia era extraña para él. Los acontecimientos no tenían cara, nombre ni tampoco había nada con lo que él pudiera cambiar este lugar con fuerza. Aunque el héroe conocía íntimamente los tiempos en los que vivía, y también su moral y su lógica, él vivía en otro tiempo extraño que estaba muy cerca de los tiempos remotos y de los acontecimientos ocurridos en el pasado. Aunque él quería cambiar estos hechos, no podía. Sabía que en la actualidad, los hombres exigen un modelo que poder imitar, es decir, querían ver un modelo que cambiara sus pensamientos. Así que, él quería vivir como un héroe y experimentar cómo es ser un héroe. Aunque el héroe lo entendía, entre estas personas modestas también comprendía que el heroísmo no podía existir sin un rival. Sin embargo, no tenía ningún rival actualmente para comprobar su heroísmo en la lucha. Por su parte, los hombres no eran ni amigos del héroe y ni tampoco sus competidores. Los hombres solamente comían, dormían y no pensaban en nada más…
Pero tú no conoces bien el cuento, ni sobre todo, al narrador… El que mandó al mundo a este héroe, tendría que sacar a la luz a su rival también, más tarde o más temprano para que los hombres, y sobre todo él, no se aburrieran. Una mañana el héroe vio que estaba bajando por la ladera un lobo gris del cielo como una luz azul. Al llegar hasta él el lobo comenzó a hablar como un hombre. Únicamente no pronunciaba correctamente la letra “R”.
-Yo soy aquel lobo. Tú podrías matarme y sembrar el heroísmo en el mundo, pero tardaste. Lo siento que ya me hayan matado una vez. Nunca van a mandar a la tierra un profeta que hable en tu lengua. Una vez me han mandado aquí para vosotros. Pero me han agarrado y cazado sin darse en cuenta. Imagina qué le pasaría a un profeta que no fuese un lobo, Y aunque soy lobo no he podido con vosotros. Tú tienes solamente una oportunidad para convertirte en un héroe. En un territorio enorme, de gran superficie, bajo el río grande, allí vive un dragón. En el mundo no existe nada mayor, más malvado y fuerte que él. La muerte es un ángel del cielo si lo comparamos con él. Solamente al matarle puedes poner en moda el heroísmo.
El héroe se alegró por el encuentro y afablemente le preguntó al lobo:
– ¿Por qué debería matarle?… ¿Qué me ha hecho?
– Nada, en realidad no te ha hecho nada- dijo el lobo. -Pero este es tu cuento. En realidad, el último dragón no tiene relación ni con la esencia del asunto, ni tampoco contigo. Simplemente, sois símbolos que ayudan para descubrir el sentido. En el mundo comenzará un siglo de heroísmo, y aunque el dragón acabe contigo en la lucha, el heroísmo va a quedar sembrado como con una semilla germinada. Serás un modelo, un ejemplo, y el resto de los hombres podrá sacar una lección de tu vida y tus acciones. Tú eres el primero.
Cortando la última palabra del lobo, el héroe echó a correr velozmente hacia el río grande. Al llegar vio que el río se había helado. El héroe llamo gritando al dragón, y el hielo, a causa de su bramido, comenzó a romperse y a grietarse como un frágil cristal. Debajo de estos cristales rotos surgió algo que parecía muy grande y pesado ante los ojos del héroe y que estuve alzándose durante seis meses. Al final del séptimo mes el héroe por fin pudo escuchar las palabras del dragón.
– Cuando el dragón amarillo murió, mi abuela me dijo que un héroe iba a matarme. Este es tu destino, no lo temas, quizás seas tú aquel héroe.
El héroe se alegró mucho de que el dragón le hubiera conocido.
– Dices la verdad, yo soy tu destino. -dijo él.
Por mucho que quisiera, el dragón no podía oír la voz del héroe desde tan arriba, así que se inclinó un poco para comprender que lo que el héroe quería. Solo con inclinarse, se desató una tempestad. El viento que soplaba desde el río, dio la vuelta a la espada e hizo que se clavara en su vientre. Este es el cuento del héroe…
Pero no te apresures… yo con la historia de este cuento no quiero decirte que… seamos muy pequeños al lado del miedo que no podemos vencer. Tampoco digo que somos nosotros mismos quienes creamos el dragón, exagerándolo con nuestros temores, ni tampoco el cielo. Lo que digo es que el cuento no se acaba aquí. Este cuento tiene un final diferente y muy extraño.
El héroe herido por su espada abriendo los ojos se dio cuenta de que estaba en su cama de hierro. El dragón también estaba en su cuarto. Sobre la mesa había dos botellas de zumo de guindas. Desde lejos se oía una música triste. Sus dientes amarillos y grandes olían como a carne o, mejor dicho, como carroña. Aunque él no tenía fuerza, no se olvidaba de su destino.
-Aunque me mates, no he perdido. Aunque no he conseguido luchar contigo, a partir de hoy me colmarán de elogios por mi heroísmo. Al enfrentarme contigo, ha cambiado el aire del mundo y también va a cambiar su sentido. Las personas a partir de ahora ya van a vivir como héroes. Se ha vencido al miedo. Tu cuento ha acabado aquí, y ahora es el momento del mío.
Primeramente, el dragón no comprendió las palabras del héroe. Tampoco sabía cómo se veía el mundo. No le veía ciertamente al héroe como a su enemigo, aunque él era muy pequeño, le miraba como un caballero. Sabía que el hombre que estaba ante él era el último héroe y él, a su vez, era el último dragón. El héroe seguía hablando sin saber lo que él pensaba.
-Si te matara, yo moriría de muerte natural. Si ya has derramado mi sangre, termina con eso. Si yo muero, voy a morir tranquilamente. Soy un héroe, no puedo vivir dándome por vencido.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al dragón. Pensaba en cómo los hombres creen que sus simples pensamientos también están llenos de justicia. Luchan y mueren por ellos fácilmente. Pero hasta un insecto pequeño puede tener su destino y su justicia. Y ninguna de estas justicias son la justicia para todo el mundo. ¿De qué justicia estaría hablando este héroe con su pequeña fuerza? ¿Por qué quieren vivir los hombres como héroes sin en realidad son incluso más débiles que el viento? ¿Qué les provoca estos pensamientos?
El dragón se levantó y se puso a mirar en el espejo. Mirando de forma compasiva y tierna dijo al héroe moviendo expresivamente los ojos:
-Siete mil años hace que estoy sola. Todos me temían, por eso no tenía a nadie para hablar o para estar conmigo. ¿Quién te ha dicho que tienes que matarme? ¿Y por qué razón? ¿Porque soy un enorme dragón? Yo también tengo derecho de ser madre. Eres el único ser vivo que me ha encontrado en los últimos siete mil años. Dime- ¿Qué quieres? Pero háblame claramente…
La voz del dragón le pareció muy fina y formal. En sus movimientos se sentía cierta coquetería. Esta contradicción le parecía muy extraña al héroe. La mayor fuerza del mundo no podía ser tan amable o dulce. Por eso, el héroe le preguntó al dragón- ¿Eres macho?
Vio como movía los ojos el dragón.
-No puedo comprender bien lo que dices- dijo. No soy macho, soy hembra. Hace siete mil años que no mato a nadie y no tengo intención alguna de matar. Yo solamente quiero un niño de ti. El heroísmo, la cobardía, la conciencia son vuestro cuento. Estas mentiras no son para mí. Yo solo tengo que garantizar la reproducción para salvaguardar mi descendencia. Vamos a hacer así. Aunque quieras, no podrás amarme, esto está claro, pero… Aunque no quieras puedes darme un niño. Haz lo que necesito, y yo haré lo que tú quieras. Si es así, no te mataré y me quedaré hundida en el fondo del río. Y tú podrás ir y decir a todo el mundo que eres un héroe y contar tu historia. ¿Qué me dices? ¿Estás acuerdo?
– Pero yo sí puedo matarte, -gritó.
Pasó el tiempo. – Yo podría matarte- volvió a decir el héroe. Pasó algo más de tiempo y él susurró: – No, no tendría ningún sentido.
Después de esto, pasó algo de lo que no estoy seguro, el héroe se recobró sano y salvo y ella se hundió hacia al fondo del río como había prometido. Después de varios años escribieron relatos e historias acerca del heroísmo del héroe y sobre el dragón. Después del último encuentro entre el héroe y el dragón, los hombres comenzaron a vivir de forma diferente. A partir de entonces, cada hombre deseaba parecerse a él. Cada uno escribía y contaba diferentemente su lucha contra el dragón. Así llegó un momento en el que los hechos y los cuentos y las fábulas se confundieron entre sí, pero el cuento y la realidad vivían en armonía. Finalmente escribieron un nuevo cuento sobre el héroe que cambió el espíritu de todo el mundo. Ese es el cuento que te he contado. Después de este encuentro la valentía del héroe se convirtió en un símbolo, por un lado, de la entereza con la que las personas se alzaban en su destino y por otro sobre la fuerza y la victoria alcanza mediante la espada contra el dragón.
Al mismo tiempo, en el tranquilo y apacible fondo del río sin ninguna lucha, miles de dragones tanto pequeños como enormes, cuentan una leyenda llena de amor en la que el héroe tranquilo era su abuelo. Sus cuentos son más dulces y amorosos que el vuestro.
¿Ves? Y tú me pides que te cuente un cuento. Lo más importante es la interpretación del cuento, y no solamente contarlo. ¿Has visto la vida surgida de la unión de diferentes morales y pensamientos? ¿Has visto cómo la fuerza se ha convertido en amor y la mentira en realidad? Este es nuestro cuento, hijo mío. ¿Y cómo vas a distinguirlos? ¿Cuál es el verdadero y cuál es irreal? Tú eres un hijo del dragón y no estás por aquí. ¿Cómo podrías llegar a conocer a las personas?
FIN
Orkhan Fikratoghlu (1966)
- es escritor, periodista, dramaturgo;
- se graduó del Instituto de Literatura M. Gorki;
- trabajó como jefe de redacción de estudios cinematográficos de “Azerbaidzhán film” que lleva nombre de Jafar Jabbarly, y también como subdirector de la Companía de Televisión “MIR” y como director del noticiario satírico “Mozalán”. Actualmente es asesor del ministro de cultura de Azerbaiyán;
- es autor de los libros de prosa Un cuento larguísimo sobre el mundo, Mañana, Hombre del tercer día, Sólo, Contexto mortal;
- sus obras han sido traducidas a muchos idiomas extranjeros;
- obras de teatro TAS, La muerte del entornado, Terminación y terminación;
- de acuerdo con sus guiones, se filmaron largometrajes y documentales Esperanza, Zurdo, Ruido, El hombre del cotón blanco, La torre de la Doncella, Zona, Mentira, Mariposa, Deuda;
- la novela Siete ganó un premio especial en Alemania;
- la película La melodía de la alfombra recibió el Primer Premio en el I Festival Cinematográfico Internacional de Yalta.
El material fue preparado por el Centro Estatal de Traducción de Azerbaiyán
La traductora es Tutuxanym Yunusova
El editor es Francisco Capilla Martín