Pintor español, hijo de Luis Zurbarán y de Isabel Márquez. En 1614 casó en Llerena con María Páez. Durante los años siguientes alternó su lugar de residencia entre Llerena y Sevilla, donde empezó a recibir sus primeros contratos de importancia.
En 1624 murió su primera mujer y al año siguiente casó de nuevo, esta vez con Beatriz de Morales. El 17 de enero de 1626 se halla fechado el primer gran encargo de los dominicos en Sevilla: veintiún cuadros de los cuales catorce estaban dedicados a la vida de Santo Domingo. Fue en Sevilla donde Zurbarán forjó su personalidad artística.
Según palabras de Ramón Torres Martin, se movería con personalidad dentro del venecianismo de Roelas, de técnica realista y directa de Herrera el Viejo y mantendría parte de aquellos principios romanistas que todavía se ven en los cuadros de Francisco Pacheco.
El triunfo de Santo Tomás realizado para el Colegio de Santo Tomás representó un paso decisivo en la vida artística del pintor. En esta obra en el tenebrismo de los primeros lienzos de Zurbarán se hace evidente, al igual que su gran capacidad para construir volúmenes y distribuirlos por el espacio con habilidad y precisión. Aunque la composición sigue el arcaico esquema medieval de dividir la escena en una zona superior, en la que aparecen los Padres de la Iglesia junto a Santo Tomás y otra inferior en la que se hallan Carlos V con el fundador del Colegio y un grupo de religiosos.
En 1634 el artista fue llamado a la Corte por experiencia de Velázquez, para pintar en el Palacio del Buen Retiro dos cuadros de batallas sobre la Defensa de Cádiz durante el ataque de la escuadra inglesa, y una serie de temas mitológicos sobre los Trabajos de Hércules. Los críticos han mostrado serias dudas acerca de la autenticidad de todas las obras de este último ciclo, debido a su desigual calidad.
Gracias a un documento fechado en 1634 se puede afirmar que todas se deben al pincel de Zurbarán, aun cuando no todas ellas sean dignas de éste. En 1638 realizó el magnífico retablo de la cartuja de Jerez, la mayor parte de cuyas piezas se conservan en el Museo de Bellas Artes de Cádiz. Estas pinturas sobre tabla representan a San Bruno, San Hugo, San Anselmo, obispo de Belley, Beato cardenal Nicolás Albergati y San Ainaldo. Todas ellas son auténticos retratos, pero su intenso naturalismo no impidió a Zurbarán revestir a sus personajes de dignidad religiosa y de una grave y austera actitud, sin excesos ni arrebatos místicos que deformen la escena.
Probablemente con anterioridad a 1640 pintó sus series de Sibilas y santas, entre las cuales merecen destacarse por la suntuosidad, de su atuendo y su exquisito colorido Santa Casilda, Santa Margarita, Santa Inés, Santa Polonia y Santa Ágata. Todas ellas son tipo de mujer andaluza, vestidas con gran elegancia.
Zurbarán es asimismo el gran artista de los bodegones. Consiguió realizar el milagro de ordenar sobre una mesa los objetos y los frutos más simples y darles una vida nueva y estremecedora. El Bodegón con naranjas y limones resume todas las teorías plásticas del pintor. Sobre el fondo oscuro se recortan fuertemente iluminados el amarillo de los limones junto al tono rojizo de las naranjas y el vaso con una simple flor.
Otros bellos ejemplos de bodegones son los que figuran en el Museo del Prado y en el Museo de Arte de Cataluña, de Barcelona. A partir de 1638 Zurbarán realizó varios encargos para el monasterio de jerónimos de Guadalupe. Para la sacristía pintó ocho grandes lienzos que representan a otros tantos monjes jerónimos que en la historia de Guadalupe dejaron fama de santos.
Estos años constituyen la etapa más próspera de Zurbarán. Pero a partir de 1640 su arte entró en crisis. En 1639 murió su segunda esposa y en 1644 volvió a contraer matrimonio con una viuda Leonor de Tordera. De 1645 a 1640 Zurbarán pintó sus patriarcas y sus apostolados, en colaboración con sus discípulos. Zurbarán fue el padre de la pintura americana.