La historia del Museo Nacional de Budapest se remonta a 1802, fecha en que la dieta húngara decidió fundar una institución destinada a conservar los tesoros artísticos del país. Nace este museo en un periodo histórico de gran interés; bajo la dinastía Habsburgo, en el marco del imperio austrohúngaro, el pueblo magiar comenzaba a adquirir una clara conciencia nacional. La estabilidad de la situación durante el reinado de Francisco II favoreció un renacimiento cultural y la reinstauración de la lengua húngara, que la anterior administración de José II había tratado de sustituir por el alemán. Económicamente, el país se rehacía con los países en guerra con Napoleón. El museo simbolizaba en la época unos deseos de independencia política y cultural que no cristalizarían hasta el siglo siguiente.
En sus comienzos, el Museo Nacional se desarrolló lánguidamente. La situación revolucionaria de 1848, la subsiguiente represión y El Compromiso austrohúngaro no ofrecieron el cuadro apropiado para consolidar las actividades de la joven institución, la cual carecía incluso de una sede permanente. En 1836, el Estado había recibido la donación de ciento noventa y dos cuadros antiguos, colección formada por János Laszlo Pyrker, patriarca de Venecia. Por otra parte, durante la época revolucionaria, el ministro Lajos Kossuth ordenó que ingresaran en el Museo Nacional las colecciones procedentes de la corte de Viena que se guardaban en el Castillo de Buda.
En contraste con la limitada acción estatal se halla la dinámica actividad coleccionista del príncipe Miklós Esterházy, que se inició en el siglo XVIII con la adquisición de importantes series de pinturas de maestros antiguos, dibujos, grabados y libros. Su hijo, Miklós Esterházy el Joven, prosiguió su labor con un criterio metódico, creando en su residencia de Viena una de las galerías privadas más importantes de la época. Entre 1794 y 1797 el príncipe viajó por Italia reuniendo centenares de obras, un año después compraba la colección Palffy y en 1801 los dibujos del gabinete Praun de Nuremberg. A partir de 1803, Joseph Fischer, célebre decorador vienes, se ocupó de aconsejar a Esterházy en su política coleccionista. Las series de dibujos se enriquecieron entonces con las adquisiciones de la colección Nowohratsky-Kollowrat y Poggi, esta última realizada en Paris en 1810. Miklós Esterházy sintió un gran interés por la pintura española, que atesoró en número y calidad desde 1819, asesorado por su hijo, Pal Antal, quien residía en Londres en razón de su cargo de embajador austriaco. Gracias a sus buenos oficios, pudo el príncipe hacerse con la colección de cuadros del embajador danés E. Burke, serie a la que se sumarian otras obras de la escuela española pertenecientes a la colección Kaunitz de Viena. El gusto de la época era hostil a la gravedad y misticismo de la pintura hispánica, de modo que Esterházy apenas si halló competencia en su labor, que ha proporcionado al Museo de Budapest uno de los conjuntos más completos que existen fuera de España. Su colección que comprendía más de seiscientos cuadros, treinta mil dibujos y cincuenta mil grabados, fue trasladada a la Academia de Budapest en 1865 y adquirida por el Estado en 1871.
Dotado de un definitivo impulso, el museo se engrandecería al año siguiente con la donación de Arnold Ipolyi, la cual incluía sesenta y cuatro cuadros de grandes maestros, reunidos con certero instinto por dicho historiador del arte. Con todo, la nación se aproximaba a la fecha de conmemoración de su milenario (1896) en posesión de fondos museísticos considerables que reclamaban ser instalados con dignidad. A tal efecto votó el Estado una subvención de medio millón de florines, suma que entre 1884 y 1896 fue en realidad utilizada por el director de la institución Karoly Pulszky para adquirir cuadros de diversas escuelas. Su decisión se justifica por la importancia de las obras ofrecidas en venta al museo, entre las que figuraba una rarísima serie de frescos italianos.
A pesar de la penosa situación del país a comienzos del presente siglo, el Estado acordó los medios financieros para establecer el museo en una nueva sede, un edificio de porte neoclásico, dotado de dos plantas organizadas en torno a un patio central con arquerías, cubierto con bóveda con lucernario. En principio se pesó reservar el piso inferior a museo de reproducciones, criterio con que abrió sus puertas en 1906. Las adquisiciones de colecciones de estatuaria clásica y de antigüedades egipcias, realizadas en 1908 y 1914, determinaron a ampliar el horizonte del nuevo museo, que a partir de 1918 fue sustituyendo sus copias en escayola por obras originales. Tal política cobró coherencia con la concentración en el museo de las piezas arqueológicas existentes en otras instituciones para constituir una importante sección de antigüedades egipcias y clásicas, sección que se escindió en dos departamentos en 1957.
(Información extraída de La pintura en los grandes museos / texto, Luis Monreal, 1976- )