Juan Ramón Santos, escritor placentino, ha ganado el XXIX Premió Edebé en la categoría de Literatura Infantil por la obra El club de las cuatro emes.
¿Quién es Juan Ramón Santos y cuáles son sus sueños?¿ha cumplido alguno de ellos? Es una pregunta difícil, que no sé yo si realmente tiene respuesta, porque estoy convencido de que en el fondo ninguno acabamos de saber del todo quiénes somos. Teniendo en cuenta lo otro que preguntas, te diría que soy alguien que escribe, y que si he podido soñar algo alguna vez (desconfío un poco del asunto de los sueños, porque suele ir ligado a una concepción del éxito y de la realización personal con la que no estoy de acuerdo) ha sido con escribir, publicar y ser leído. En ese sentido, en parte se habrían cumplido mis sueños, y ahora, gracias al premio Edebé, se van a seguir cumpliendo con un público diferente.
Trabajo como gestor cultural y no se me escapa que la actividad cultural ha caído en picado. Aun así, parece que se han incrementado los índices de lectura, y se han abierto canales de difusión online que antes no estaban, que no pueden sustituir a lo presencial, pero que dejan abierto un camino para llegar a sitios y a lectores a los que antes no se llegaba.
¿Pensó en algún momento que sería galardonado con el Premio Edebé de Literatura Infantil? ¿En qué cree que se ha basado el jurado para darle el Premio? La verdad es que no. Escribí el libro para mi hija Mafalda, que entonces tenía once años, con un objetivo, por lo tanto, muy casero, pero tanto a ella como a mi mujer les gustó y les pareció que merecía la pena intentar publicarlo. Me planteé que, en ese caso, lo mejor era intentarlo en alguna editorial especializada, y de ahí surgió la idea de presentarlo al premio Edebé, no con el propósito de ganar, algo que de entrada me parecía que estaba fuera de mi alcance, sino con el de que alguien en la editorial lo leyese y considerase, tal vez, que podía merecer la pena publicarlo.
Por lo que he podido saber, llamó la atención, por novedoso, el asunto de fondo sobre el que trata, la ludopatía, pero Vicenç Villatoro, el escritor que intervino en la entrega del premio en representación del jurado, destacó también la calidad literaria del libro, el tratamiento de los personajes, el uso del humor y el abordar un tema delicado, que se presta a sermones y homilías, sin caer en moralinas, una valoración de la que me sentí muy satisfecho, pues coincidía, por completo, con mis intenciones.
¿Cuánto tiempo tardó en escribir El club de las cuatro Emes y de qué trata? ¿Cuáles son sus personajes? Esta pregunta tampoco tiene una respuesta fácil. Es algo que suelen preguntar los chavales cuando he tenido encuentros en colegios o institutos y siempre les contesto que el de escritura siempre es un proceso largo, que comienza con el leve resplandor de una idea, que uno no sabe de cierto si va a dar para un relato o una novela (o, en algún caso, para un poema) y que uno va madurando, muchas veces durante meses, y que acaba cuando, si por fin se publica, uno da por corregidas las últimas galeradas. Si nos atenemos al tiempo de redacción (que es algo siempre más breve que el proceso de escritura) diría que tardé tres o cuatro meses, pero en realidad, como digo, es engañoso.
El punto de partida del libro fueron, precisamente, sus personajes. De un lado, un grupo de cuatro chavales inspirados, más o menos, en mi hija y en compañeros de su clase, y, de otro, Madán Golosín, la dueña de una tienda de chucherías que suele tratar más bien mal a los niños y a la que los protagonistas quieren dar una lección. Pretendía ser, sobre todo, una novelita de aventuras, pero yo quería que los protagonistas (y luego los lectores) descubriesen que muchas veces las personas no son malas, o raras, por las buenas, que a menudo por detrás hay una historia que explica (aunque no siempre justifique) su manera de ser. Así, pensando en razones que pudieran hacer que el personaje tuviera mal carácter, surgió la ludopatía, el que para muchos va a ser, me temo, el tema principal del libro.
¿Se había presentado ya a algún concurso literario? ¿Qué le diría a una persona que se va a presentar a un concurso literario? Sí, aunque normalmente, como hice con el Edebé, menos con la intención de ganar (por más que uno albergue siempre en el fondo esa esperanza) que con la de que alguien pudiera encontrar interesante esos libros para publicarlos.
El Club de las Cuatro Emes trata, de fondo, sobre la ludopatía, y yo a los que se presentan (a los que nos presentamos) a concursos literarios le diría lo mismo que al que juega a la Bonoloto, que no se obsesione con ganar: cuando uno compra el boleto, o cuando uno manda su libro al concurso, lo que está comprando es el derecho a soñar, durante unos días hasta que se celebre el sorteo o durante unos meses hasta que se falle el premio, con la posibilidad de ganar y resolver sus problemas económicos o ver publicado ese libro en el que ha puesto tanto empeño. Si uno gana, extraordinario, pero lo normal es no hacerlo, y eso no nos debe llevar a desilusionarnos ni, en nuestro caso, a que perdamos las ganas de escribir.
¿Lleva mucho tiempo escribiendo literatura? ¿Siempre ha escrito infantil? Comencé a hacerlo de niño, pero luego hubo un largo paréntesis en el que lo que hice, sobre todo, fue leer, hasta que hará algo más de veinte años volví a escribir cuentos. Participé por entonces también en un taller literario, con un escritor extraordinario, Gonzalo Hidalgo Bayal, algún tiempo después publiqué mi primer libro, Cortometrajes, y desde entonces no he dejado nunca de escribir.
En cuanto a la literatura infantil, me temo que no había vuelto a ella desde que era niño, hasta hará un par de años, en que escribí un libro a medias con mi hija que fue, en buena medida, el antecedente de El Club de las Cuatro Emes.
Seguro que hay una impronta personal en cada uno de sus libros, ¿qué es lo que desea transmitir a través de sus obras?, ¿qué mensaje dar a quien lo lee? Sí, supongo que a lo largo de los libros uno va construyendo una impronta, algo parecido a un estilo. Creo que si hay dos cosas que me definen como autor son el humor (en unas obras más evidente que en otras) y una prosa elaborada. Aparte de eso, no sabría yo decir si en mis libros hay algo común, algún tipo de mensaje que quiera transmitir. Creo que todos ellos, incluso los de poesía, responden, en el fondo, a -aprovechando el título de un libro de García Márquez- la bendita manía de contar, a una necesidad de narrar, que imagino que responde también, en el fondo, a la necesidad de transmitir mi visión del mundo.
¿Para qué tipo de público va destinada El club de las cuatro Emes? ¿Cree que un libro de literatura infantil es mejor no encasillarlo en una franja de edad y poder ser leído por todos los niñ@s? La editorial, que sin duda entiende muchísimo más que yo de literatura infantil, ha decidido publicarlo, dentro de la colección “Tucán”, para lectores a partir de diez años, y creo que es lo más acertado, que sería un libro para lectores -dependiendo de su grado de madurez- entre nueve y doce o trece años.
En cuanto a la segunda pregunta, ya ves que acabo de matizar la primera respuesta al decirte que depende del grado de madurez del lector. Cada lector es diferente, también cada lector infantil, y estoy convencido que hay niños que pueden leer con once lo que otros no leen hasta los quince. Lo importante es que quienes ejerzan de cicerone de esos niños por el mundo de la lectura los conozcan, los acompañen y les vayan ofreciendo, en cada momento, lo que vayan viendo adecuado. En definitiva, respondiendo por fin a tu pregunta: las editoriales hacen bien en clasificar sus títulos por edades, pero debe ser el niño, y quienes lo acompañan, quienes decidan si deben dejarse o no encasillar.
¿Piensa seguir escribiendo? ¿Cuál es su próxima creación? Sí, claro. En cuanto a lo próximo, hay varios libros en el cajón, e imagino que alguno de ellos será lo próximo, pero en lo que ando ahora metido (que vete a saber si sale y cuándo), animado por el Edebé, es en otro proyecto infantil que tenía más o menos en mente hace algún tiempo.
¿Cómo crees que ha afectado la pandemia a la creación y difusión cultural? Por lo que respecta a la creación, doy por hecho que habrá habido de todo, desde los que se han visto completamente paralizados hasta los que han escrito estos meses su gran obra, pasando por muchos que habrán utilizado la escritura como terapia, para enfrentarse a esta situación tan dura que nos ha tocado vivir. En mi caso, si no recuerdo mal, las primeras semanas anduve todavía rematando El Club de las Cuatro Emes, pero luego fui incapaz de enganchar con ningún proyecto nuevo, hasta que, ya cerca del verano, comencé a revisar poemas que tenía a medias y con los que, poco a poco, fui volviendo a escribir.
En cuanto a la difusión cultural, el balance seguramente sea negativo. Trabajo como gestor cultural y no se me escapa que la actividad cultural ha caído en picado. Aun así, parece que se han incrementado los índices de lectura, y se han abierto canales de difusión online que antes no estaban, que no pueden sustituir a lo presencial, pero que dejan abierto un camino para llegar a sitios y a lectores a los que antes no se llegaba. En definitiva, que puede que alguna cosa buena vayamos a aprender, después de todo, de esta situación tan mala.
¿Quién le inculcó el amor por los libros y por la lectura? ¿Recuerda cuál el primer libro que leyó? Hará unos diez años publiqué una novela titulada El tesoro de la Isla, un homenaje a La Isla del Tesoro que trata sobre la iniciación de un chaval en la lectura. En ella, junto al protagonista, hay un personaje, el Largo, que es una suerte de pirata de secano que guía a ese lector novato por la selva de los libros. El Largo para mí ha sido siempre un homenaje a todas las personas que me han ido llevando, a lo largo de los años, hacia la lectura: mis padres (que en realidad nunca han sido muy lectores, pero siempre tuvieron un gran respeto por la cultura), mi abuelo Teodoro, mi tío Ángel, amigos, profesores, Felisa la bibliotecaria o el escritor Gonzalo Hidalgo Bayal.
En cuanto al primer libro, no lo recuerdo. Supongo que el primer libro en realidad me lo leyeron. Pudo ser algún cuento, o alguna aventura de Astérix.
¿Podría compartir con los lectores de Alquibla algún fragmento de El Club de las Cuatro Emes o algún poema de los que tiene escritos? Pues, mira, en lugar de un fragmento, que es algo que le deja a uno siempre un poco a medias, voy a compartir un poema que se titula “Calles de la infancia” y que seguramente resuma, de algún modo, toda mi aventura, la que ha llevado hasta El Club de las Cuatro Emes y el premio Edebé.
Estas fueron las calles de mi infancia,
y aunque sus placas digan que se llaman
Santo Domingo el Viejo,
las Peñas, Podadores,
Peligros, Caldereros, calle Ancha,
yo sé que en realidad una vez fueron
la isla del tesoro, Mompracén,
territorio comanche, el fuerte Pitt,
el planeta Krypton, el Universo
o los bosques de Sherwood.
Por ellas galopé desaforado
interminables tardes de diciembre
con mi hermano y mi primo,
arreándonos con rítmicas palmadas
tras escapar los tres de la justicia
por un tirón del pelo de mi prima,
en ellas sucedieron
inmensas aventuras siderales
que solo terminaban
cuando una voz terrícola
de mi madre o mi tía
nos reclamaba a gritos
la triste vuelta a casa.
Ya casi nunca vengo por aquí,
hoy son otras mis calles,
otras mis fantasías,
mas todavía a veces
me gusta recorrerlas
con la muda esperanza
de que salga a mi encuentro
un indio apache.