Hoy entrevisto en Alquibla a Zaït Moreno, un escritor que se califica a él mismo como una persona justa, amorosa y polifacético. ¿Quién es Zaït Moreno y cuáles son sus sueños? Zaït Moreno es una persona normal en un mundo extremadamente extraño. Algo que me ha generado una gran angustia desde pequeño por no entender la realidad que me rodea, pero que me ha hecho artista como contrapartida. La vida es maravillosa y los humanos la pervertimos hasta el punto de hacer sangrar el corazón. Esta condición me ha generado siempre una necesidad de pensar, crear y compartir para intentar entender la realidad exterior y hacer entender mi realidad interior. En este camino, he tocado varias disciplinas: escritura, composición musical, filosofía, pedagogía, pintura, sociolingüística, escultura, fotografía. Mis sueños son que un día podamos dejar de autodestruirnos y crear una nueva sociedad en la que importe lo que una persona es, y no lo que tiene; una sociedad amorosa y respetuosa donde todas las personas entendamos que somos un todo inseparable. Es utópico, pero más utópico es pensar que la sociedad actual pueda funcionar realmente, en algún momento, exenta de injusticias
¿Desde qué momento supo que quería dedicarse a la escritura? Mis orígenes literarios son los mismos que los de todo el mundo. Cuando nos regalan esa preciosa virtud que es la vida, nacemos artistas. Poco a poco, es esta sociedad la que nos va arrancando las plumas de la creatividad una a una, hasta que un día vemos que ya no podemos volar. Algunos pocos llegamos a adultos sin que nos maten esta cualidad humana innata.
En casa de mis padres nos traía los juguetes Papá Noel en navidad, para Reyes siempre nos dejaban alguna libreta, lápices y golosinas. Recuerdo que jamás he esperado la noche de Navidad con tanta ilusión como esperaba la noche de Reyes. Desde que tengo uso de razón, siempre he tenido en mis manos un lápiz (o pluma) y un papel. Ya en la adolescencia, la escritura fue comiéndole terreno a las otras artes hasta que tomó un protagonismo tan importante en mi vida que, el día que no escribo, no me encuentro bien anímicamente. Fue ahí que, motivado por algunas personas a las que dejé leer mis escritos, empecé a dedicarme profesionalmente a ello. Ese fue el momento en el que entendí mi lugar en el mundo: robar todo placer, belleza, sufrimiento u fealdad, y convertirlo en palabras que se deslizan desde mi corazón hasta las puntas de mis dedos para mover la pluma. El año pasado se cumplían 25 años de este paso que cambió mi vida.
De todos los premios que ha recibido ¿cuál es el que recibió con más entusiasmo? La verdad es que todo reconocimiento a tu trabajo lo recibes con emoción. También te he de decir que, aunque tengo 16 galardones, es una cosa a la que no presto demasiada atención, ya que me parece algo tan sumamente subjetivo y que se presta a injusticias, que no son los premios que haya recibido con más entusiasmo.
El que recuerdo con más cariño me lo dieron después de recoger, en 1998, el premio a Mejor Escritor Joven en Valencia. Bajé del escenario, con el galardón entre mis manos, y se me acercó una chica joven. Sonrió y se le iluminó la cara mientras me decía que había leído mi última publicación y que le parecía sublime, que le había agitado el corazón. Fue la primera de muchas otras personas que me han dicho cosas como: “me ha ayudado en el momento que me encuentro ahora”, “me quitó la tristeza”, “me ha hecho crecer como persona”,… Pero que lo haya escrito yo es un detalle nimio. Lo importante es lo que pueda crear la persona que lo lee, usando como herramienta esas palabras. Para mí es el mejor premio porque hace, de la literatura, algo mágico.
¿Qué evolución presenta de su primera novela a la última en la manera de escribir? En esencia, poca. En temática, sí. Las primeras eran obras más centradas en el amor y la introspección, muchas de ellas, con pinceladas muy surrealistas. Poco a poco, han pasado a ser protagonistas las historias más sociales y centradas en los sentimientos. Mis personajes son gente que duda, que sufre, que ama. Hay ególatras, esquizofrénicos, autistas,… porque me gusta ver y mostrar aquello de lo que aparta la vista el mundo.
Referente al estilo, sí que noto cambios abismales. Pero no solo del principio a hoy ya que, de una obra a la siguiente, te das cuenta de que evolucionas, que te expresas de forma diferente y que todo es mucho más fluido y personal. En poesía, de unos años a esta parte, el ritmo se ve más trabajado y preciso. En prosa, he generado un estilo propio que a unos les gustará y a otros no, pero es mi sello personal. Toda mi narrativa es muy retórica y poética, cosa con lo que disfruto enormemente.
¿Qué es para usted la creatividad y que relación le une a la escritura? La escritura es una herramienta para la creatividad del ser humano. Para mí, no es una ingeniería, como se la está tratando ahora al haberla comercializado de la forma en que se ha hecho. Creo, sinceramente, que mostrar la creación literaria como algo que se pueda conseguir siguiendo un guion es aberrante. Cada vez que encuentro un tutorial de “cómo escribir tu libro” en el que te explica, punto por punto, las fichas del puzle que has de unir para conseguir hacer una novela, me dan ganas de llorar. Es un menosprecio a quienes nos dedicamos profesionalmente a ello. Escribir deberíamos de hacerlo todas las personas, es terapéutico, pero crear una obra literaria requiere mucho más que juntar los cuatro clichés que vendan en este momento y, sobre todo, mucha autocrítica. El objetivo de escribir es compartir, no la vanidad. El ego es un mal compañero de viaje, y es un monstruo al que no se ha de alimentar.
Desde mi proyecto Poesioterapia, intento acercar esta creatividad y la escritura a la gente como bálsamo del alma que nos sana, ya que sus beneficios son incalculables. No hace falta ser escritor profesional para escribir como autoterapia, porque no se busca la calidad, sino la catarsis.
¿Por qué utiliza el pseudónimo para sus escritos? El origen de mi nombre artístico es largo y algo novelesco pero, resumiendo, es un nombre que llegó a mí de una forma muy extraña y me encantó. Inicialmente lo usé para esconderme detrás de él, me importaba lo que hacía, no quería que la gente me conociera. Al tiempo, empecé a dar la cara (igual no todo lo que debiera) y se perdió ese propósito inicial. Lo transcribía como Zayd, pero en 1998 empecé a transcribirlo como Zaït y así fue como quedó finalmente. Me identifico mucho más con él que con el nombre que me pusieron mis padres, por lo que no lo entiendo como un seudónimo, yo soy Zaït.
También compagina la labor de escritor, con la de dibujante y escultor, cuéntenos un poco Además de muchas cosas más. Todo aquello que tiene que ver con el conocimiento, las ciencias sociales, la comunicación y el arte me fascinan. Tengo momentos en los que estoy más enfocado en unas disciplinas y otros en los que me centro en otras. La escultura la tengo muy abandonada. Hace poco retomé la pintura, porque mi hija está recibiendo formación y alguna vez nos sentamos juntos a pintar. Pero el tiempo es escaso y en el siglo XXI es más difícil ser polímata que en el Renacimiento. Estoy muy centrado en la escritura, en mi faceta de letrista y compositor, y un proyecto poeticomusical que se llama Ànima Soul. También tengo un estudio de comunicación que consigue que pague las facturas a final de mes. Así que, todo lo demás, aunque no lo abandono completamente, recibe mucha menos atención por mi parte.
¿Podría compartir algún fragmento de alguna de sus novelas para los lectores de Alquibla? Por supuesto, este ese el inicio de mi última novela “Amantes de la verdad”, que fue premiada en 2014 y que el año pasado, con motivo del 25 aniversario de mi carrera artística, la reeditó Nereides Editorial con una versión en tapa blanda y una edición especial con tapa dura y contenidos extra:
Un día, al romper el alba, nació en lo más hondo de mi corazón la necesidad de transmitir millares de miguitas de vida que tenía repartidas por mi alma. Miguitas que dejaron a su paso cada piedra del camino que me encontré en la vida.
Pero, ¿quién soy yo para agarrar una pluma y convertir en palabras las caricias y los arañazos que me ha regalado el destino? Toda esa rabia y todo ese amor era mío, personal e intransferible… o eso creía yo. No hay cosa más universal que los golpes que nos damos en la vida. No hay cosa más universal que la mentira y la hipocresía. Pero también es cierto que no hay cosa más universal que el amor y la compasión.
Y, en esa vida que se te ha regalado, hay momentos en los que no sabes si acurrucarte y llorar, o coger impulso y alzar la espada contra el mundo. ¿Qué pasaría por la cabeza del hombre que fusiló a mi tío Pedro en el episodio más vergonzoso de nuestra historia reciente? Dos tiros en el pecho acabaron con su vida cuando tan solo tenía veinticuatro años, simplemente por pensar que se puede mirar hacia cualquier lado, no solo cara al Sol. ¿Qué pensarían aquellos que pegaron una paliza, que casi lo matan, a mi abuelo en aquella misma época? ¿Qué sentimiento llevaría a los soldados del alzamiento rojo de China a clavar estacas por los genitales a las monjas budistas y a practicar canibalismo? ¿Qué tipo de personas son todas aquellas que han matado o torturado por el único motivo de que el otro pensara diferente?
Por suerte, no todas las personas son así. Algunas persiguen la verdad y parten del punto antagónico que lo hacen las otras: que probablemente esté equivocado y quiere comprobarlo. Así, millares de grandes humanos han destacado, como por ejemplo Isa (por casi todo occidente conocido como Jesús de Galilea), Siddharta Gautama (el Buda Sakyamuni), Zoroastro, Mahoma, Krisna; todos aquellos que murieron en hogueras, lapidados, torturados, asesinados; también aquellos que fueron silenciados y no se supo ni su nombre; todos los que hoy en día podemos tener entre nosotros, como Tenzin Gyatso (Su Santidad el Dalai Lama) o los que hemos perdido hace relativamente poco, como Mahatma Gandhi. Todos ellos son inspiración, tengan el credo que tengan, para la gente que, sin su grandísima fuerza espiritual, intentan seguir sus pasos directa o indirectamente; los pasos de construir un mundo mejor y aprender de los demás amando.
Quería hacer mi homenaje a toda la gente que lucha por la verdad. Todos esos que no se quedan inmóviles siguiendo como borregos lo que les marca el dedo acusador. En especial a los más de un millón de tibetanos asesinados por sus creencias en la ocupación china; a los más de seis mil monasterios destruidos; a la población tibetana exiliada en India, Nepal, Bután, Suiza, Canadá y Estados Unidos; y a Su Santidad el Dalai Lama por su posición pacífica en el conflicto. Sin olvidarme de todos nuestros fantasmas de esta España de la sangre que, como mi tío Pedro, perdieron la vida porque a alguien no le gustaba lo que pensaban.
Y, en esa búsqueda de cómo hacerles un homenaje, visité tierras lejanas: Marruecos, Argelia, Arabia, también el Líbano de los cipreses que vieron nacer a mi querido Khalil Gibran, Pakistán, Cachemir, Tíbet, Bután, India, Sri Lanka,… Y, cuando regresé a casa, en las tierras más próximas a mí, las que cubren mi alma, excavé. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme un libro que parecía antiguo entre mi aorta y mi pulmón. Estaba enrolladito en una tela roja como la sangre, que se hacía líquida y chorreaba. Al abrirlo, encontré esto que reproduzco a continuación.
¿Qué piensa del trato que se da a la cultura en España? ¿y a las bibliotecas? Este tema da para dos o tres entrevistas. Soy muy crítico porque hay demasiada demagogia en este asunto. La cultura está muy mal gestionada. Entiendo que en una sociedad laborocentrista, una cosa que no genera directamente producción, como la cultura, sea algo secundario. Cuando se intenta fomentar la cultura, se hace al servicio del sistema de consumo, no como un elemento indispensable para la salud mental y espiritual de las personas. Pero viendo el rumbo que va tomando la sanidad pública y la educación, que estas dos sí que todos compartimos que es una necesidad primaria, no es de extrañar el trato que se le da a la cultura.
Por no alargarme y dar ejemplos concretos, no creo que el cine y la televisión sea quien merme la lectura, no son incompatibles y cada uno tiene su magia especial que no la tiene el otro. Dicen que ahora se consume más libros, pero eso: “se consume”. Eso significa que se compran, pero no quiere decir que se lean y, menos aún, que se disfruten o se entiendan. La literatura ha bajado enormemente de calidad en las últimas décadas. Aumenta la producción pero desciende la calidad. Y las amapolas que crecen entre tanta yerba son difíciles de ver. No es posible que no haya un filtro de calidad, ni siquiera ortotipográfica y gramaticalmente, porque el lector leerá uno, dos o incluso tres libros, pero dejará de leer porque no encontrará literatura, solo “productos literarios” a consumir con muchos “me gusta” en redes sociales, pero poca calidad en su interior.
Con el tema de las bibliotecas pasa exactamente lo mismo. Para muchos es únicamente un lugar donde tomar prestado el libro que te han pedido en clase y no quieres comprarte. Deberían ser lugares de culto y, aunque España esta por delante de muchos países en este tema, su número desciende y las dotaciones también. No deberían ser politizadas para que tuvieran mayor diversidad y deberían tener mayor dotación económica, así conseguir un acceso universal e imparcial al conocimiento. Invito a quien esté leyendo esta entrevista a hacer donaciones de los libros que ya no se vayan a utilizar, para conseguir que personas con menos recursos puedan acceder a ellos a través de la red de bibliotecas públicas.
¿Qué piensa de Alquibla www.alquiblaweb.com como página de difusión de la cultura? Pienso que hoy en día hay muchas páginas dedicadas a la difusión de la lectura y la cultura, pero pocas con rigor y profesionalidad. Me encanta encontrarme páginas como la tuya, por lo necesarias que son.
Algo que añadir… Solo decir que quien quiera conocerme más, me puede encontrar en mi página web (zaitmoreno.com) y la página de mi última novela (amantesdelaverdad.com). También en mis proyectos poesioterapia.com y animasoul.es
Y muchísimas gracias, Eva, por tu labor.