Hoy entrevisto a Fernando J. Múñez, escritor y al que el comienzo del gusto por la escritura le vino desde muy niño. Con catorce años empezó su primera novela, y sus primeros guiones de cine con dieciocho. Tras licenciarse en Filosofía, inició su carrera como realizador en publicidad mientras dirigía sus primeros cortometrajes, completando su formación académica en Cinematografía en Estados Unidos.
En 2012 dirigió el largometraje Las nornas, mostrado en el festival de Alicante y la Seminci de Valladolid. La cocinera de Castamar es su primera novela.
¿Quién es Fernando J. Múñez y cuáles son sus sueños? Soy un niño encerrado en el cuerpo de 46 años que finge ser un adulto para mantener cierta credibilidad, jajajajaja. Sigo admirándome ante lo cotidiano, disfrutando los instantes y tratando de jugar el mayor tiempo posible. A mi entender es ahí donde se encuentra una parte importante de la felicidad. Sobre esta base se sitúa todo lo demás: el ser un amante de la escritura, de las historias y muy especialmente de los personajes; la lectura, el cine, la pasión por la filosofía y el pensamiento crítico. Respecto de mis sueños… De alguna forma todo lo que soy se lo debo a a ellos y a mi perseverancia a la hora de conseguirlos. Nunca me doy por vencido, nunca me rindo, pese a los fracasos. Mis sueños han convivido conmigo desde niño en forma de vocación durante todo este tiempo y no han cambiando: escribir y crear. Me gustaría que la vida me permitiera seguir haciéndolo y compartiendo mis obras hasta que me vaya de este mundo.
¿Cómo un día una persona que estudia filosofía, acaba rodando varios cortos y escribiendo un libro? Forma parte de lo mismo, de ese desarrollo personal polímata que hace mucho tiempo, en alguna momento de mi pubertad o antes, decidí que quería para mí. Hoy en día, la especialización es inevitable y no es mala per se, el problema se produce cuando la especialización es exclusiva a un campo del conocimiento, ya sea práctico o teórico. Nuestra sociedad busca que los profesionales sepan mucho de una sola cosa obviando otros conocimientos. Pero esto no deja de ser un empobrecimiento personal, pues conocer mucho de una cosa y nada del resto impide tener referencias y asociaciones a otros campos del conocimiento necesarios para acceder a una mejor resolución de los problemas, obtener una mayor apertura de miras y una capacidad más dialógica ante opiniones diferentes. Por eso aboca a los más jóvenes a elegir carreras o formaciones con el único fin de satisfacer un trabajo futuro y olvidar que el fin de ese proceso también es la formación y con ella aprender a pensar. Este problema no es nuevo, Ortega tiene artículos al respecto. Por eso, en mi caso, cuando descubrí la filosofía ya no quise estudiar nada más. Me apasionó y me arrebató como cuando escribía mis historias. Era ese conocimiento, madre de todos, el que deseaba. No solo por conocer las preguntas, desarrollos y planteamientos del conocimiento humano a lo largo de la historia, sino por un tesoro mucho más profundo que esconde la filosofía, uno que es más difícil adquirir, que es el pensamiento crítico. Esa capacidad socrática de suspender el juicio ante lo que no conoces, esa lucha constante contra los propios sesgos cognitivos, contra la formación de los prejuicios y esa forma de utilizar la razón adecuadamente, conforme a la lógica para tolerar las opiniones de otros y combatir la intolerancia. Por eso, mi vocación, que es crear a través de la escritura, está íntimamente ligada a la filosofía, a la historia, a la filología, a la física, y a todos los campos del saber que pueda adquirir. De ahí que el segundo de ellos que me apasionó desde niño fuera el cine. Mi padre me lo inculcó. Ibamos a ver cine juntos y le veía rodar anuncios junto a mi tío Fernando desde muy niño. Para mí siempre ha sido un lenguaje creativo diferente al literario, pero que en cualquier caso partía de la escritura en cuanto a que hay que generar una herramienta fundamental que es el guión cinematográfico. Por eso, muchas de mis historias nacieron como guiones.
¿En qué se inspiró para escribir La cocinera de Castamar? ¿Se siente identificado con algún personaje? La cocinera de Castamar surgió a lo largo de varios años. Por un lado fueron obras como La Regenta de Clarín o las obras de Jean Austen y las hermanas Bronte las que burbujeaban en mi interior espoleándome silenciosamente hacia Castamar. Otro factor importante fue mi gusto por la época. Las historias de otras épocas siempre me han cautivado, y cuando tengo un personaje que me atrapa lo primero que me pasa por la cabeza es en qué momento histórico lo sitúo. Adoro esa capacidad que posee la literatura para transportarnos a otros mundos, a las fantasías literarias de un autor. Pero lo que me atrapó definitivamente fue la idea del personaje principal. Y siempre me pasa así, es la naturaleza y la historia de un personaje, no necesariamente el principal, el que me seduce para ponerme a escribir. En este caso fue el de Clara Belmonte, una muchacha ilustrada de principios del s. XVIII que sufre agorafobia a raíz de la muerte de su padre. Su caída en la desgracia, el desclasamiento, la ironía de sobrevivir gracias a sus enormes dotes culinarias, cuando con su padre en vida debía esconderlas ante las amistades; la fortaleza que posee y su fragilidad a un tiempo y finalmente el hecho de que termina viviendo dentro las cuatro paredes de una cocina. Un mundo aparentemente pobre, pero que en realidad esconde un universo inmensamente rico en colores, sabores, texturas, sabores. Todo eso fue lo que inspiró inicialmente Castamar. A partir de aquí surgieron todos los demás: don Diego, el duque apático que esconde un tigre durmiente en su interior, enamorado del fantasma de su mujer fallecida hace años; don Gabriel, su fiel hermano, negro y adoptado, que vive en una jaula de oro; doña Úrsula ese ama de llaves que posee un alma en guerra que no desea ceder un ápice de su poder sobre la servidumbre; don Enrique, un marqués capaz de tejer cualquier telaraña, cualquier intriga siempre que le mantenga en una huída constante de sí mismo, o Hernaldo de la Marca, ese soldado desencajado de los tercios cuyo único objetivo en la vida es cuidar del tesoro de su hija y servir al marqués en sus turbios intereses rajando el cuello a quién se interponga. Estos y otros personajes terminaron entrelazándose hasta conformar ese gran fresco que es Castamar cuya nave central son Clara y don Diego.
Por otro lado, no podría decir que me identifico al completo con un determinado personaje. En todos dejo parte de mí, incluso en los malos, en tanto que los creo yo. Mis amigos me dicen que me parezco en cosas a don Diego, en el carácter. En cualquier caso, si es así no lo rechazo, pese a su temperamento el duque es un buen hombre. Jajajaja.
¿La forma de redactar un guión de cine y un libro son similares? ¿Qué las diferencia? No, no lo son, pese a que en los dos se cuenta una historia. Primero porque el guión, ya sea para un corto como para un largo, no deja de ser una herramienta sobre la que se construirá otra obra, una derivada y diferente, como un largometraje o el capítulo de una serie. Por lo tanto posee una funcionalidad esencial, pues sobre el guión se apoyan todos los departamentos que van a participar en la creación de la obra audiovisual: fotografía, decorados, vestuario, maquillaje, efectos y por supuesto dirección y actores. Esto hace que la información contenida en un guión sea sintética y precisa y esté construida en torno a los diálogos y acotaciones actorales. Por eso el guión no deja de ser una obra “a la espera”, como el gusano que espera convertirse en mariposa. De hecho, siguiendo con esa analogía, el guión no deja de estar en constante transformación a medida que se rueda, porque cuando vas a rodar ves que hay frases que no funcionan, o actuaciones que pensaste al escribir que no son lo que la película necesita. Los actores son en ese sentido fundamentales, ellos son los que interiorizan el diálogo de sus personajes y te marcan muy bien qué es lo que no funciona. Por contra, el libro es una obra contenida en sí misma que no espera nada más y, aunque puede adaptarse un guión para un futura serie o película, no es este su espacio natural, sino ser leída como una forma de desarrollo personal y en casos, transformadora, que puede producir gozo estético, intelectual y, por supuesto, entretenimiento. El lenguaje literario tiene además la ventaja de poder conducir al lector a los pensamientos y sentimientos más íntimos de los personajes de manera directa. En el guión, como en la obra audiovisual, aunque posees recursos como la voz en off de un personaje, solo tienes el diálogo y la interpretación futura del actor.
¿Qué nos podría contar de su triunfo con Las nornas como largometraje? El verdadero triunfo de ese largometraje fue rodarlo. Conseguir levantar una producción digna, sin subvenciones de ningún tipo, solo con pasión y coraje, fue el verdadero éxito. Esto se debe principalmente a todos los profesionales que participaron en ella, a su dedicación y a su amor por el cine. Por eso esa película siempre simbolizará para mí cómo el espíritu humano puede escalar montañas si se une. Muchos dijeron que no lo conseguiríamos, y no fue así. El resto, es parte del proceso de difusión de una película.
¿Es difícil hacerse hueco en el mundo editorial a un escritor novel? ¿Cuál es su lugar favorito para ponerse a escribir? Muy difícil. Sobre todo si no sabes cómo. Yo tuve la suerte de entrar en el sector hace muchos años y he hecho libros ininterrumpidamente para muchos sellos editoriales tanto dentro como fuera de España. Aun así, este proceso fue lento y costoso, y ha formado parte del desarrollo personal que me llevó hasta Isabel Martí de IMC, mi agente, a la que adoro. Gracias a ella y a la editorial Planeta he visto La cocinera de Castamar publicada.
Mi lugar favorito para escribir es mi despacho, aislado de todo. Sin embargo, no es el único. Me gusta escribir en otros ambientes, siempre y cuando sean relajados y tenga un espacio personal para poder trabajar a gusto. A veces me bajo a la cafetería que hay cerca de casa y escribo frente a un café y otras me basta un entorno natural determinado o inspirador, como escribir frente al mar.
¿Tiene presencia en redes sociales?¿Cree que perjudican o aportan a la cultura? No, no tengo demasiada presencia y la que tengo la realizo para ayudar a la promoción de la novela. Tengo una relación extraña con las redes sociales, es como un conocido a quién solo ves muy vez en cuando. Me cuesta invertir tiempo en hacerme fotos, subirlas, compartirlas. Siempre me ha dado demasiado pudor compartir mi vida y mis opiniones de forma pública, por eso no tengo Twitter. De hecho no me gusta debatir con personas ajenas a las que no conozco por este mismo pudor. Aun así, es innegable que son una herramienta fantástica para conectar personas e ideas, para anunciar eventos sociales, culturales, partes de tu vida interesantes para otros, etc… En este sentido son bienvenidas porque ayudan a la difusión cultural, como tu web. En la época analógica solo podías enterarte de dónde se daba tal concierto, entrevista, o presentación por canales muy concretos, hoy hay una difusión enorme.
Sin embargo, las redes sociales no solo poseen este aspecto positivo, pese a que conecten personas no creo que sirvan para establecer un verdadero diálogo con otros. Es una conexión constante y mediatizada por pocas palabras e imágenes que no reflejan la realidad y en ese sentido pueden ser un peligro cuando son el sustitutivo de una comunicación real con otro ser humano. Ahora parece que si no estamos presentes y atentos a lo que ocurre en ciertas plataformas nos hemos perdido algo, y tal vez no nos damos cuenta de que lo que perdemos es a a las personas que tenemos delante, la conversación que tenemos delante. En este sentido, reducen nuestra capacidad para entablar relaciones más verdaderas
¿Piensa seguir escribiendo?¿tiene proyectos en marcha? Espero no dejar de escribir en toda mi vida. Es una parte esencial de mí. Respecto los proyectos, por supuesto. Castamar es el primero publicado de muchos que ya he escrito y de otros que están por llegar.
¿Qué piensa del trato que se da a la cultura en España?¿y a las bibliotecas? Sin duda se podría mejorar mucho. La cultura es una de las manifestaciones más importantes de una sociedad, pues expresa el grado de desarrollo de la misma y lamentablemente creo que en nuestra sociedad actual se ha instalado la idea de que las expresiones culturales tienen mayor calidad cuanto mayor éxito comercial tienen. Por eso todo está en constante competición, los libros, la música, la pintura, etc. Parece que el éxito de un libro solo se mide en el número de ejemplares vendidos, y esto solo es un tipo de éxito que está muy bien, pero que no es suficiente. La aportación a la cultura literaria, al conocimiento, a la innovación son otro tipo de éxitos a mi juicios más importantes, porque son transformadores, ensanchan la forma de mirar del colectivo social. No pretendo decir que La cocinera de Castamar sea una obra tan transformadora como lo es leer a Ortega y Gasset, sin embargo si uno está atento a su lectura percibirá una constante en la defensa del pensamiento crítico ante los prejuicios de aquella época, el machismo, el racismo, el clasismo, etc, del que se puede aprender mucho. Mi granito de arena. Para que una sociedad reciba y demande manifestaciones culturales más allá del éxito comercial debe ser educada en el amor a la cultura, a la lectura, a la tolerancia y el pensamiento crítico. Por eso el pilar fundamental de toda sociedad es la educación. Según eduquemos, así seremos y así llegaremos a ser. En este sentido la labor de las bibliotecas públicas es esencial pues permiten el acceso a los libros y la lectura y forman una parte esencial del fomento de la misma. Si educáramos en el uso de las mismas, la importancia social de estas crecería y los presupuestos también. Yo soy asiduo a las bibliotecas y mi mujer también. De hecho, ya en un aspecto personal he de estar muy agradecido al préstamo de libros público, pues no hubiera podido estudiar filosofía de no existir la biblioteca pública de la facultad. Hacía uso de ella constantemente.
¿Qué piensa de Alquibla www.alquiblaweb.com como página de difusión de la cultura? Me parece una iniciativa de una riqueza extraordinaria que recomendaré a todos los amigos que tengo. Tu web es una ventana al mundo de las letras y está permitiendo a muchos conocer reseñas, entrevistas y artículos que de otra manera no verían la luz.
Algo que añadir…
Sigue así, los libros son universos ilimitados y difundir sus mundos destila un amor profundo por todo lo que nos hace verdaderamente humanos.