La lingüística es una ciencia joven cuyo estatuto se inició con la publicación en 1916 del Curso de lingüística general de F. de Saussure. Sin duda, heredera de un thesaurus de nociones y de observaciones acumuladas por los filósofos y gramáticos del pasado, desde los tiempos antiguos hasta el siglo XIX. Sin embargo, fue en el seno de la corriente de la gramática histórica y comparada (1816-1970) donde nació el concepto de lingüística.
A pesar del objetivo fijado en un principio, establecer un parentesco genético entre las lenguas para llegar a una lengua madre, la gramática histórica estudió las lenguas en sí mismas y no como medios de conocimiento. La observación de los textos escritos permite deducir la existencia de cambios lingüísticos en la lengua estudiada. Estos cambios se imputaron a una necesidad interna de la lengua: la de las leyes fonéticas.
Sin embargo, los trabajos de la gramática comparada y los de los primeros fonetistas no permiten establecer el funcionamiento de la lengua a nivel de uso, es decir, la lengua hablada. Se debe a F. de Saussure la distinción de los conceptos de lenguaje y lengua.
Enfoca su estudio como el de un sistema, una estructura: como cada uno de los elementos del sistema solo puede definirse por las relaciones de equivalencia o de oposición que mantiene con los otros elementos. F. de Saussure se sitúa en el origen de la mayoría de las corrientes estructuralistas: escuela de Praga, glosemática, sicosistemática, funcionalismo, binarismo.
En E.U.A. se desarrolló una corriente estructuralista nacida del estudio de las lenguas amerindias, con la escuela de Bloomfield que condujo al distribucionalismo de Z. Harris y a la gramática generativa de N. Chomsky.