Iniciado como periodista y escritor de cuentos y tras publicar en 1955 su primera novela La hojarasca, con El coronel no tiene quien le escriba (1958) logró una de las cimas de la narrativa latinoamericana contemporánea, por su madurez expresiva y su atmósfera sugerente. El mismo año publicó Isabel viendo llover en Macondo, relato que inicia un vuelo hacia la imaginación que proseguiría en la novela La mala hora (1961) y, sobre todo, en los relatos de Los funerales de la mamá Grande (1962), con un tratamiento fantástico de la realidad colombiana.
Ese tratamiento aparece en Cien años de soledad (1967), la novela que le valió la fama internacional como un estallido de riqueza verbal, de magia y fantasía, que, sin faltar a lo verosímil, desdibujaba las fronteras entre la realidad y el mito.
Tras una colección de relatos (La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada y de su abuela desalmada, 1972), abordó en El otoño del patriarca (1975) la figura mítica del dictador latinoamericano.
En 1975 reunió en un volumen Todos los cuentos y en 1981 publicó Crónica de una muerte anunciada, deslumbrante novela corta inspirada en la historia real de un crimen. A partir de 1981 se publicó su Obra periodística: textos costeños (1981), Entre cachacos (1983) y De Europa a América (1983).
La novela El amor en los tiempos del cólera (1985) constituye un intento de rescatar de los velos de la memoria la sensación del amor juvenil; aunque parece querer pertenecer al mismo sistema narrativo de Cien años de soledad, esta novela aparece más escenográfica, más decorativa, que su novela mayor; El general en su laberinto (1989) novela los últimos meses de Bolívar.
Abordó el teatro en Diatriba de amor contra un hombre sentado (1987) y de nuevo el cuento en un género en que es maestro: Doce cuentos peregrinos (1992). En 1982 le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
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