En sus primeros estudios, destacó por su gran preocidad; a los once años componía versos, que empezaron a publicarse en El termómetro en 1880. A los catorce años, cuando empezó a firmar con el pseudónimo de Rubén Darío sus actividades literarias empezaron a darle cierto prestigio: colaboró en un periódico político de la oposición, La verdad de León y en 1881 se trasladó a Managua invitado por varios políticos liberales; de esta época son sus dos dramas: Manuel Acuña y Cada Oveja. Trabajó en la biblioteca nacional de Managua lo que le permitió entregarse a numerosas lecturas y siguió publicando versos, ahora de carácter violentamente liberal y antirreligioso.
En 1883 publicó en la prensa versos, cuentos y artículos políticos; en este mismo año se publicaron sus Epístolas y poemas, libro que como el anterior, delata sus preferencias literarias de este momento: Víctor Hugo, Núñez de Arce, Campoamor y Zorrilla. En Santiago empezó a colaborar en la época; estos años parecen haber sido capitales para su cultura literaria y su iniciación en las nuevas corrientes poéticas europeas: gracias a la amistad e influencia de Pedro Balmaceda, conoció la literatura francesa más reciente, pero su primer libro chileno Abrojos (1887) todavía es una prolongación del tono poético de Campoamor. A este mismo año pertenecen también una novela de corte romántico, Emelina, escrita en colaboración con Eduardo Poirier, y el Canto épico a las glorias de Chile que obtuvo el primer premio en un certamen. En 1888 se publicó el libro que le reveló como un escritor de poderosa originalidad: Azul. La obra provocó el entusiasmo de Valera, quien elogió su cosmopolitismo, su receptividad cultural, que asimila influencias de parnisianos, posrománticos y simbolistas, su fantasía y su factura brillante y refinada. Junto a este deslumbrante libro, que inaugura el modernismo hispanoamericano, sus Rimas (1888) le muestran aún demasiado vinculado a las fórmulas becquerianas.
A comienzos de 1899 fue nombrado corresponsal de La Nación de Buenos Aires; regresó a Nicaragua donde el Presidente de la República, el general Francisco Menéndez le confió la dirección del periódico La unión centroamericana. En San Salvador, en 1890, contrajo matrimonio con Rafaela Contreras pero al día siguiente de su boda tuvo que exiliarse debido a un golpe de estado y pasó a Guatemala donde dirigió El correo de la tarde, periódico subvencionado por el presidente de la república, general Barrillos.
En 1892 el gobierno de su país le nombró primer secretario de la legación que envió a España para representar a Nicaragua en las ceremonias del cuarto centenario del descubrimiento de América. En Madrid entró en contacto con las primeras figuras de la vida intelectual española: Menéndez Pelayo, Castelar, Valera, Núñez de Arce, Rueda, Zorrilla, etc. De regreso a América murió su esposa unos meses después contrajo nuevo matrimonio al parecer víctima de un engaño con Rosa Murillo, a la que llama a su poesía la garza morena.
De 1893 a 1898 vivió en Buenos Aires y publicó dos libros capitales; ambos en 1896: Los raros, donde da a conocer figuras de algunos de los escritores más originales de los últimos años y afirma su fe en el individualismo artístico y social y Prosas profanas uno de sus libros poéticos más acabados, donde aspira a una fusión de la tradición hispánica con las sutiles innovaciones francesas.
En 1898, La nación le envió a España para escribir una serie de reportajes acerca de la opinión pública española después del desastre colonial; en Madrid tuvo ocasión de conocer a la nueva generación de escritores: Unamuno, los hermanos Machado, Baroja, Valle-Inclán, Benavente, Juan Ramón Jiménez, etc. En Madrid conoció también a Francisca Sánchez que a partir de entonces y hasta su regreso a América compartió la vida del escritor y le dio varios hijos. En abril de 1900 su periódico le envío a París para informar sobre la exposición universal; en la capital francesa llevó una vida de completa bohemia. Publicó varios libros de viajes como Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1903), Tierras solares (1904). En 1905, Cantos de vida y esperanza encierran las esencias y savias de mi otoño, según su propia expresión, sin duda su obra más madura y positiva.
A finales del 1912 llegó a Barcelona donde se relacionó con los círculos literarios catalanes y conoció a Eugenio d`Ors, Rusiñol, etc. De 1914 son Canto a la Argentina y otros poemas y una borrosa autobiografía realizada por encargo. Después de estallar la Primera Guerra Mundial fue a Estados Unidos para pronunciar unas conferencias a favor de la paz.
Su personalidad constituye uno de los fenómenos más importantes en la historia de la poesía moderna en lengua española. La profunda renovación de sensibilidad que implicó con su abertura a las nuevas corrientes estéticas europeas tiene en él no solo a un innovador de talento, sino también a un gran artífice de la palabra poética, a la que dio unas cualidades de nueva sonoridad y de instrumentación musical que le otorgan un lugar de excepción en la literatura hispanoamericana; todo el movimiento modernista de las dos orillas del Atlántico, con dos numerosas escuelas y derivaciones debe a Rubén Darío el impulso inicial.
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