La literatura rusa fue primero oral y después religiosa. El primer orador sagrado fue el metropolitano Hilarión. En el siglo XII aparece la célebre Crónica de Néstor, así como el Poema de Igor, obra maestra de la literatura de Kiev. Pero la literatura se estancó hasta el siglo XVII a excepción del poema Zadónschina, que exalta la gloria del príncipe Dimitri Donskói y un tratado de economía domestica, Domostrói que aun puede incluirse en la literatura monástica.
En el siglo XVIII apareció verdaderamente la prosa literaria bajo la forma de un relato autobiográfico del arcipreste Avvakum. A raíz de las reformas de Pedro el Grande, Rusia se abrió, en los siglos XVII y XVIII, a la cultura y a las literaturas extranjeras; el clasicismo francés influyó en el poeta Trediakovski, Lomonosov y Sumarokov, el Racine ruso. A continuación de la oda, la fábula, la comedia y el panfleto, las revistas satíricas conocieron un gran desarrollo, gracias a Nóvikov y a Radíschev, y mientras que Derzhavin cantaba la vida rusa en lengua vulgar, Fonvizion creó los grandes prototipos del teatro nacional.
El refinamiento de la lengua y el despertar de una sensibilidad prerromántica marcaron el fin del siglo XVIII, influido por Sterne y por Rousseaum Zaramzín fue el primero en escribir grandes relatos en prosa, que marcaron la transición entre los clásicos y la nueva sensibilidad. Pushkin, verdadero creador de la literatura rusa moderna, renovó la poesía, la prosa y el teatro, orientándolos hacia el realismo que sería retomado por Goncharov, Turguéniev y Tolstoi entre otros. Dostoievski, heredero de Gogol en cuyas obras se ligaban estrechamente las tendencias realistas y antirrealistas, abordó con su genio profético los grandes problemas metafísicos a través de la ficción de la novela Crimen y Castigo. A partir de 1850 la literatura se politizó.
Sucediendo al naturalismo y al positivismo, el simbolismo y el misticismo de Soloviov rejuvenecieron la literatura rusa. Este movimiento llamado “decadente” agrupó alrededor de Briúsov a poetas como Balmont, Annenski, Bielyi, pensadores como Merezhovski y Rozanov. A excepción de Blok, Bielyi y Briúsov, la mayoría de escritores rechazaron el nuevo régimen y se exiliaron. El movimiento simbolista se disolvió y fue sustituido por el acmeísmo, más enraizado en la tierra y el futurismo que experimentaron con el lenguaje y renovaron la forma poética. La revolución rusa sorprendió a la literatura en plena fermentación.