Aquel rico caudal de nombres ilustres que enaltecen nuestra historia moderna se agotó hacia finales del siglo XVIII dando origen a un largo periodo de atonía y extrema miseria intelectual, causada en gran parte, por las nefastas circunstancias sociales y políticas que caracterizaron las primeras décadas del siglo XIX.
Se puede asegurar con toda evidencia que, hasta 1835, no hay, en el pasado siglo, literatura alicantina propiamente dicha y que su aparición se inicia en 1839 al fundarse el <<Liceo Artístico y Literario>>, cuyo objeto fue el de ayudar a quienes empezaban y alumbrar nuevas vocaciones artísticas e intelectuales.
Pero este centro, en el que, como ya hemos dicho se rindió el más fervoroso culto a las Ciencias y a las Artes y que aunó admirablemente a lo más selecto de la sociedad alicantina, sembrando afanes de superación espiritual, desapareció a los diez años justos de su nacimiento, quedando en el recuerdo, como alto modelo a imitar. Así, en 1863, se escribió: <<Hace veintitrés años se creó en esta capital un Liceo que no tardó mucho tiempo en ser el centro de la más brillante reunión>>
Los que eran jóvenes en aquella época acudieron llenos de un verdadero entusiasmo a tan útil establecimiento, con el deseo de perfeccionar sus estudios bajo la dirección de hombres ilustrados, cuyos consejos consiguieron en breve desarrollar el gusto por las artes y por la literatura, formando discípulos que dieron honor a su país…pero, por desgracia aquella aurora literaria pasó como un meteoro y Alicante vio de nuevo a su juventud indiferente y fría, entregarse a distracciones áridas y estériles que, en vez de dar gloria, hacen que el hombre vegete oscurecido y acabe su carrera sin brillo.
Desapareció el Liceo en 1849 y no obstante las grandes dificultades políticas derivadas de la terrible represión de 1844, se produjo, ese mismo año, un segundo renacer cultural gracias especialmente al escritor Ventura Ruiz Aguilera, desterrado por causas políticas en nuestra ciudad y al poeta Ramón de Campoamor, Gobernador Civil, entonces, de nuestra provincia.
Ruiz Aguilera, que ya en 1846 dirigió, con Balbino Cortés El Mensajero, saca, en 1849 el semanario Los Hijos de Eva con la colaboración de Agustín Medina, en cuyo primer número afirma que pretende contribuir, como Dios sea servido, a que se mantenga vivo el movimiento literario que se observa en esta ciudad de Alicante, debido al entusiasmo de algunos jóvenes a quienes corresponde la gloria de haberlo iniciado y sostenido.
Se refiere a Juan Rico Amat, Nicasio Camilo Jover, José Pastor de la Roca, Francisco Penalva, Luis Gonzaga Llorente, Blas de Loma y Corradi, Juan Roca de Togores, Pascual Caracena, Francisco Tordera, Carlos Navarro Rodrigo y otros que fueron la palanca para levantar a esta ciudad del marasmo en el que se encontraba envuelta, a causa de las revueltas políticas que le habían agitado desde principios de siglo.
Entre los años 1850 y 1870 aparecieron en la ciudad de Alicante las siguientes publicaciones periódicas: El Alicantino (tres veces a la semana), El correo de Alicante, El Agente de Alicante (semanal), El Diario de Alicante (diario). La Regeneración (bisemanal), La Flor, Boletín de la Junta de Ferrocarril, El Eco de Manzanares, La Unión Liberal (diario), El Teatro (semanario), El Duende, El Boletín Comercial, Revista Comercial (semanal), El Lucentino, El Porvenir de Alicante (Diario), El comercio de Alicante (diario), La Locomotora, El Vapor, La Tortuga (tres veces a la semana), El Pasatiempo (Semanal), Revista de Instrucción Pública, El eco del comercio (mensual), El Album (semanal), La Tarde, La Violeta, El Progreso Literario (semanal), entre otras.
Destacaron en el arte pictórico Antonio Gisbert, Vicente Rodes, José Peyret, Felipe Rovira y Joaquín Agrasot
El Teatro Principal en la Historia de Alicante (1847-1947) Vicente Ramos