Hija de un maestro rural, siguió la carrera de su padre y entre 1904 y 1922 profesó en varias escuelas campesinas. En 1909, el suicidio de su prometido, el ferroviario Romelio Ureta, determinó sus primeros versos importantes. En 1914, los Sonetos de la muerte, premiados en los Juegos Florales de Santiago, le granjearon una inmediata popularidad que ratificaría la publicación de Desolación (1922), libro de tono todavía modernista pero de una insólita intensidad en el tratamiento de los temas del dolor, la consolidación religiosa y la maternidad.
Posteriormente abandonó la pedagogía por la diplomacia. Su nombre empezó a aparecer al pie de todas las convocatorias humanitarias e ideológicamente avanzadas de entreguerras. A este peculiar momento de exaltación corresponde su segundo poemario, Tala (1928) donde lo americano se expresa en brillantes imágenes que alternan, sin embargo, con coloquialismos chilenos. El mismo tono prosiguió en Lagar (1954), última de sus colecciones importantes. Completan su obra los poemas infantiles Ternura (1924), Los poemas de las madres (1950) y las colecciones póstumas Epistolarios (1957) y Recados contados a Chile (1957 prosas dispersas en periódicos).
Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945; en 1951 su país le concedió el Premio Nacional de Literatura, ya muy quebrantada por su salud por la diabetes que le aquejaba. Viajera incansable en aras de la justicia, murió de cáncer en el hospital de Hempstead, cerca de Nueva York.
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