Este brillante intelectual se hizo célebre, incluso entre los profanos, por las trágicas circunstancias de su muerte, el 24 de agosto del año 79 d.C. día de la erupción del Vesubio y la destrucción de Pompeya. Nacido el 23 o 24 d.C. en una pequeña ciudad al norte del río Po, Gayo Plinio Segundo era miembro de una adinera familia de la clase ecuestre, y recibió una educación acorde con su estirpe. Fue instruido por uno de los grandes poetas trágicos de la época, Plinio Pomponio Segundo, que se valió de sus contactos para abrir camino a su discípulo en el ejército, al que dedicaría muchos años.
Plinio sirvió en la Galia Bélgica como tribuno militar a partir de año 45 y posteriormente en Germania Inferior. En sus ratos libres redactó su primera obra, un tratado perdido acerca del arte del lanzamiento de armas arrojadizas a caballo. Comenzó entonces a tomarse más en serio su carrera literaria. De aquellas obras juveniles destaca una Historia de las guerras germánicas. Cuando regresó a Roma en el año 59, esperaba obtener un puesto en la Administración después de sus leales servicios en el frente. Pero Nerón acababa de suceder a Claudio y no se daban las condiciones, dada la voluble personalidad del nuevo césar del imperio, para medrar en la metrópolis.
Poco a poco, la situación en la capital se volvió irrespirable y en el año 69 se desataron las hostilidades entre los señores de la guerra, conflicto del que salió victorioso Vespasiano. Dada la amistad de muchos años con el nuevo emperador y con su hijo Tito, Plinio el Viejo pudo ser por fin nombrado procurador.
Luego accedió al cargo de prefecto de la mitad de la flota estacionada en el puerto de Miseno, en el sur de Italia, y se le encomendó la seguridad de las aguas del mar Tirreno, actividad que compaginó con la redacción de su obra magna: Historia natural. Dedicada a Tito, era un compendio sin precedentes del saber acumulado durante años por este brillante hombre de ciencias y letras. Su querido sobrino Plinio el Joven la definió como “una obra exhaustiva tan rica y variada como la naturaleza misma”
La Historia Natural constaba de 37 volúmenes, en los que se describía con lujo de detalles la extraordinaria complejidad del mundo, con datos y reflexiones sobre cosmología, astronomía, geografía, farmacología, etnografía, medicina, anatomía y horticultura. Fue el gran legado de nuestro hombre, cuyas últimas horas recoge el testimonio de Plinio el Joven. Este cuenta cómo el 24 de agosto del año 79, su tío, movido por una incasable curiosidad, decidió acercarse todo lo posible con su barco a la nube volcánica que ascendía desde el Vesubio. Pronto cambió de planes y movilizó la flota en auxilio de las víctimas del desastre. Pasó la noche en Estabia, localidad a seis kilómetros de Pompeya, pero nunca regresó a casa. Fue una víctima ilustre de la erupción más famosa de la historia.
Por Roberto Piorno (con información de Pablo Colado)