La Real Biblioteca es la que, con los nombres de Real Particular o de Cámara, sirvió como biblioteca privada a los reyes de la Casa de Borbón desde la llegada de Felipe V. A esta institución debe oponerse el término de Real Pública con que se distinguió de la Privada la que hoy es Biblioteca Nacional.
Ambas instituciones tuvieron un origen común. Su separación definitiva se produjo en 1836, año en el que la Real Pública pasó a manos del Estado y a ser gestionada por el Ministerio de la Gobernación del Reino.
En la constitución del fondo original de la Real Biblioteca es perceptible el afán por reproducir un Gabinete de Bellas Artes en el que diferentes colecciones, no solo bibliográficas, compartiesen el mismo espacio.
Así, instrumentos musicales, medallas y monedas, utensilios de dibujo y aparatos empleados para la investigación científica y matemática, convivieron con manuscritos, impresos, mapas y partituras musicales.
Hoy entrevisto a Pablo Andrés Escapa, bibliotecario de la misma, todo un honor para mi
¿Quién es Pablo Andrés Escapa? Un lector que escribe.
Tiene el honor de poder tener dos profesiones admiradas por mí, la de bibliotecario y la de escritor, ¿qué nos podría destacar de ambas? Empecemos por el de bibliotecario…
Las dos tienen al libro como centro. El contacto diario en la biblioteca con un fondo bibliográfico histórico me ha permitido desarrollar un conocimiento, digamos técnico, de los libros y apreciarlos como objetos donde se preserva la palabra y la memoria de los hombres que han intervenido en su fijación, desde el autor hasta el cajista encargado de componer en la imprenta el texto que recibe manuscrito, o el encuadernador que deja constancia de su oficio dándole al libro un aspecto determinado, una apariencia que por sí misma constituye un discurso visual y silencioso que nos invita abrir el libro con el convencimiento de que todo tiene un sentido en ese objeto que tenemos entre las manos.
La escritura es un paso más en esa herencia, la certeza de ser parte de una tradición basada en el compromiso con la palabra escrita para durar.
¿Cree que es una profesión vocacional? Sin gusto por los libros, se haría difícil trabajar felizmente entre ellos. Pero no descuidemos el valor de la costumbre, que no pocas veces viene a descubrir querencias insospechadas. Por eso creo que la mayoría de las vocaciones se desarrollan trabajando.
¿En qué lugar ejerce su función de bibliotecario? En la Real Biblioteca de Madrid.
¿Qué tipo de obras nos vamos a encontrar en su lugar de trabajo y cuál destacaría por encima de todas? La Real Biblioteca tiene su origen en la biblioteca privada de los reyes de la Casa de Borbón desde la llegada de Felipe V. Cada nuevo rey hizo aportaciones personales a la librería, pero en la constitución del fondo original se percibe el afán por reproducir un Gabinete de Bellas Artes en el que diferentes colecciones, no solo bibliográficas, compartiesen el mismo espacio.
La colección de Stradivarius del Patrimonio Nacional, por ejemplo, tuvo su emplazamiento original en la biblioteca. Al valor de los libros, hay que añadir el empeño de los reyes por encuadernarlos de manera significativa, distinguiéndolos con sus armas o prolongando los estilos predominantes en cada época a fin de lograr una especie de homologación artística sobre las tapas de los libros.
Todavía hoy se mantiene viva esa tradición en la serie reservada a encuadernar con la cifra de la reina Sofía los premios anuales de Poesía Iberoamericana que llevan su nombre.
Los fondos de la RB incluyen una muestra excelente de libro impreso desde del siglo xv hasta el xix, con especial incidencia en la librería del xviii –pero también dos primeras ediciones del Quijote, algo extraordinario en una misma sede–, una nutrida representación de manuscritos americanistas, entre los que se cuentan los vocabularios de lenguas indígenas encargados por Carlos III a Celestino Mutis, un valioso fondo iconográfico de grabados y dibujos, una abundante muestra de cartografía histórica y una colección de manuscritos que supera los 4000 títulos, entre los que se incluyen el Libro de Horas de Isabel I, el Libro de la Montería de Alfonso XI, la Historia universal de Nueva España, con anotaciones de mano del propio Bernardino de Sahagún, el Cancionero musical de Palacio (s. xv) y la Genealogía de los reyes de Alfonso de Cartagena.
¿Sus fondos pueden ser consultados por cualquier tipo de público? La Real es una biblioteca de acceso público abierta a la investigación pero con un fondo bibliográfico histórico concreto que exige cierta especialización para poder abordarlo como demanda.
Se trata de una biblioteca de último recurso, no generalista, donde el lector es un investigador con conocimientos previos sobre la colección y que sabe, por lo general, qué puede encontrar y qué aspectos de la obra que consulta están por resolver o merecen un estudio específico.
Cuenta con un sitio web en el que puede consultarse el catálogo y una serie de micrositios temáticos dedicados, por ejemplo, a la colección de incunables, a las encuadernaciones reales o a los libros de Victoria Eugenia de Battenberg.
Existe también una base de datos de antiguos posesores de los libros que forman la colección y una publicación cuatrimestral, Avisos, en la que se da noticia de diversos aspectos, culturales e históricos del fondo bibliográfico de la Real Biblioteca.
Todo esto es prueba del interés de la propia Biblioteca por generar recursos científicos al servicio del investigador, recursos que a la vez constituyen una investigación propia sobre la historia de las colecciones.
¿Cree que se ha creado una idea errónea con respecto a la figura del bibliotecario y de la biblioteca? Me temo que, poco a poco, la figura del bibliotecario, sea cual sea –romántica exquisita, maniática o llena de sabiduría–, va diluyéndose en compañía de la del libro, un objeto que al paso que vamos tendrá pronto consideración de hallazgo raro.
Parece un tanto severa esta apreciación pero no es menos cierto que las nuevas tecnologías han contribuido a desplazar al libro como fuente de ocio o de interés cultural del imaginario colectivo.
En estos años he podido comprobar cómo el espacio dedicado al libro en las bibliotecas de uso público, decrece frente, por ejemplo, al espacio dedicado a videoteca y fonoteca.
¿Cree que el lector nace o se hace? Las dos cosas. La inclinación a la lectura, como cualquier otra donde el componente caracterial tenga su peso, no es universal.
Quiero decir que no hay una propensión natural hacia la lectura equivalente en todas las personas. Pero a diferencia de otras habilidades, acaso menos complejas, el hábito de leer puede enseñarse. Es más, creo que incluso puede llegarse a transmitir o a contagiar cierto gozo por la lectura.
¿Cómo definiría una biblioteca perfecta? Cualquier biblioteca a la medida de quien la maneja, es perfecta
¿Cuándo surge el momento en el que se pone a escribir? Cuando el poder de una imagen, incluso de una frase o de una palabra, piden que no se abandone a su suerte y que vengan otras palabras a darle un sentido más hondo que se va descubriendo a medida que se escribe.
¿Qué tipo de temática utiliza en sus novelas? Soy, fundamentalmente, un escritor de cuentos. No creo que el tema sea el que determina la invención sino el tratamiento –el género, en definitiva– de la materia que suscita la inspiración. A mí me suelen interesar las historias un tanto ajenas a la vida ordinaria, la posibilidad de sugerir antes que la de constatar, y tengo una cierta inclinación a desdibujar los límites temporales de las historias.
Pero escriba de lo que escriba, mi compromiso como narrador tiene que ver con la posibilidad de trascender los hechos que se narran, bien sea con elementos maravillosos, con la creación de determinadas atmósferas o con un uso literario del lenguaje, capaz de transgredir la realidad.
¿Pueden ser leídas por cualquier tipo de público? Como todos los fabuladores, escribo para lectores cómplices.
¿Cuántas novelas ha escrito hasta el momento y qué podría destacar de cada una de ellas? He publicado tres colecciones de cuentos con Páginas de Espuma: Las elipsis del cronista, Voces de humo y hace unos meses Mientras nieva sobre el mar.
Soy autor de una novela, Gran Circo Mundial (Ediciones del Viento) y de un ensayo sobre el Western y su reflejo en la vida real a través de diversas expresiones de cultura popular: Cercano Oeste (Libros de Camparredonda).
No creo que deba ser yo quien los juzgue, pero en todos esos títulos es apreciable una voluntad común por trascender los hechos a través de una concepción simbólica del relato y una utilización metafórica del lenguaje.
¿Piensa que las editoriales ponen trabas a la hora de publicar un libro o es difícil encontrar una editorial que publique la obra de un escritor? La tentación del negocio rápido ha podido empañar en muchos casos la objetividad de una decisión y acabar condicionando el destino de una obra. El peor enemigo de la Literatura es la mala literatura y del hecho de que esta se difunda solo cabe culpar al editor.
Con la imposición de un gusto único –o de un mal gusto exclusivo– a través, fundamentalmente de la televisión, los editores han llenado de malos libros el mercado con la esperanza de satisfacer a ese lector ocasional pero masivo.
Aun así, en medio de un panorama general poco alentador en lo que toca a la defensa de valores estrictamente literarios en las obras que se publican, existe un puñado de editoriales comprometidas con un catálogo muy meritorio tanto por la recuperación de títulos como por la publicación de obras nuevas, cuyos criterios de funcionamiento parecen menos conformistas con las tiranías del mercado y más implicados con ejercer la labor cultural que se espera de ellas.
Se trata de editoriales que nada tienen que ver con grandes grupos sino con líneas concretas de edición que incluyen la especialización en diversos géneros y el desarrollo de un catálogo coherente, al que se une un cuidado también visible en la ejecución del libro. En esas editoriales se refugia hoy la Literatura y sobrevive la esperanza de autores y lectores convencidos de que las letras no deben producirse exclusivamente al peso.
¿Ha recibido algún premio por su trayectoria literaria? No.
¿Cuál es su metodología a la hora de ponerse a escribir? No hay recetas para escribir, pero un buen método para llegar a algo es no conformarse fácilmente con el resultado. La exigencia es fundamental para crear.
¿Siente admiración por algún escritor o bibliotecario? Por muchos. La mayoría no han sido bibliotecarios pero sí magníficos lectores.
¿Qué consejo le daría a una persona que se quiere dedicar a la profesión de bibliotecario o escritor? Todo está en los libros. Aprende a su lado.
¿Qué piensa de las nuevas tecnologías aplicadas a los libros? Es un formato más. Llega, sin embargo, en un momento en el que el mensaje escrito de carácter complejo –una obra literaria, para entendernos– parece no percibirse igual leída en un soporte de papel que leída en una pantalla.
Mi impresión es que las nuevas tecnologías favorecen una percepción fragmentada del mensaje, quizá apresurada incluso, y que resulta una tarea poco menos que fabulosa leer el Quijote o Guerra y paz en soportes digitales.
¿Libro en papel o e-book? Prefiero el papel. Incluso para contemplarlo, su presencia multiplicada en forma de libro en una estantería, hace más acogedor el espacio y más abierto a la ensoñación.
¿Tiene proyectos futuros en marcha? Trabajo en un ciclo de novelas cortas con elementos fantásticos en su trama.
¿Podemos encontrarlo en las redes sociales? No. Me producen un cansancio instintivo que no puedo remediar.
¿Sus novelas son autobiográficas? Hasta donde pueden serlo, es decir, hasta donde la memoria invadida por la imaginación va imponiendo su verdad, que es un texto literario que no necesita ser fiel a los hechos para ser verosímil.
¿Alguna anécdota que contar de ambas profesiones? Una que las mezcla: con una recreación literaria que podía recordar el lenguaje utilizado en el siglo xvii, publiqué un cuento que aparentaba ser la transcripción de una carta conservada en la biblioteca, una carta escrita por el conde de Gondomar en Londres y dirigida al rey Felipe III. Varios lectores creyeron que se trataba de un documento real y solicitaron, a través del servicio de reprografía de la Biblioteca, una copia de un original que nunca existió.
¿Qué piensa del canon que se quiere establecer en las Bibliotecas para el préstamo de los libros? En un país en el que se lee poco pero sobre todo mal, poner un obstáculo nuevo en el camino de las letras es hacerle un flaco favor al lector. Siento, además, que sea a costa de un servicio público –otro más– donde se aplique el canon.
Podría ver con más simpatía la medida si repercutiera en la adquisición de fondos –y aun así dependiendo de cuáles– o en el mantenimiento de las colecciones pero no estoy seguro de que ese vaya a ser su destino. Respecto a la supuesta defensa de los derechos de autor con que pretende justificarse la medida, tengo que decir que se haría mucho mejor servicio a los autores protegiendo sus obras de descargas ilegales o permitiéndoles saber, de manera inequívoca, la cifra real de libros que venden.
¿Qué piensa de Alquibla, www.alquiblaweb.com, como página de difusión de la cultura? Me parece una buena idea que escritores y bibliotecas compartan el mismo espacio. Las bibliotecas son a la vez un depósito y un motor cultural que concierne especialmente a la Literatura.
La primera escuela del escritor es la lectura y nada mejor que una biblioteca para iniciarse en un camino que parte de los libros para darnos una dimensión más vasta de la realidad y una conciencia más honda de nuestra propia condición humana.
Un placer saber de un lector/escritor/bibliotecario devoto de la cultura y fiel hasta la médula a los libros impresos
Un placer saber de un lector/escritor/bibliotecario devoto de la cultura y fiel hasta la médula a los libros impresos
Estoy convencido de que Pablo Andrés Escapa es uno de los autores de cuentos más brillantes de España. Lo misterioso de su obra es que esté elaborada desde la más absoluta pureza y sencillez y, casi siempre, utilizando elementos corrientes, extraídos de las observación directa de lo natural. Me sorprende también la armonía de su doble condición: la profesional (de rigor y profundidad inimaginables para cualquiera) y la creativa, donde surgen mundos y personajes de misteriosa sencillez e inesperado simbolismo.
No puedo entender que no haya recibido ningún premio, aunque su discreción y prudencia supongo que le impiden llevar su iniciativa personal a ese campo de los reconocimientos sociales. Pero…alguien podía darse cuenta de sus méritos. Tampoco entiendo que ninguna editorial de campanillas fuera capaz de publicar su novela y que pasara sin pena ni gloria casi ante la crítica oficial.
Estimado Nicolás. Agradezco su aportación y sus palabras de cariño hacia Pablo Andrés Escapa. Lo bueno en ocasiones se hace esperar. Dejemos tiempo. Saludos y gracias por visitar mi web