Nada de la escritora Carmen Laforet publicada en 1945. Sordidez y miseria moral de la burguesía española tras el trauma de la guerra civil en el ambiente sombrío de una sociedad en descomposición.
Barcelona sirve de marco y en ella la protagonista, en medio del egoísmo y el odio de quienes la rodean, va viendo reducirse a nada sus vivencias, pero queda, como en una exposición, la fotografía de un período histórico.
Andrea, joven huérfana, narra en forma autobiográfica su experiencia desde que llega a la extraña casa de su abuela materna, en la calle de Aribau, para estudiar en la universidad, hasta que abandona desencantada la ciudad cuando acaba el curso académico y se traslada a Madrid.
Nada tiene que ver lo que había imaginado con el ambiente que encuentra. A ella le parece que allí vive la gente <<en acecho unos contra otros>>, y esa manifestación la tiene en su familia.
La abuela resulta no tener peso y vive abandonada a su suerte en medio de otros familiares de mayor influencia. Las relaciones entre éstos son tormentosas y desatan turbias pasiones insospechadas por Andrea en personajes excepcionales, únicos, de bajos instintos.
Su tío Román, por ejemplo, hombre maníaco y perturbado, está interesado por la música y la pintura y vive alejado de la familia. Andrea va descubriendo que él había sido amante de la madre de Ena, una compañera de curso, e incluso de la propia Ena, y ahora se gana la vida en negocios de contrabando. Acabará suicidándose.
Su tía Angustias refugia sus frustraciones en la religiosidad y buscará al fin en el convento un sustituto de sus fracasos, aunque su manera de ser no esté inspirada por esa idea del cristianismo.
Andrea choca con ese ambiente, sufre penalidades y descubre el lado miserable de la vida mientras su tía, solterona, la vigila para aislarla del infierno de inmoralidad que ella cree que es la ciudad.
Cuando se libera de ella, navega a la deriva entre su vida universitaria y la residencia con sus familiares. El mundo desgarrado que descubre suscita una evidente repulsa.
Hay un punto de vista único, el de Andrea, que rememora, con ciertas variaciones con respecto a lo que sucedió, hechos y emociones de dos años antes.
De los personajes que la rodearon recuerda las taras y mucho menos sus lados humanos y nos cuesta trabajo creerlos, hacerlos verosímiles. Su matiz autobiográfico queda en evidencia, al menos en los planteamientos: la propia autora se traslada a Barcelona el año 1939.
Por eso, tal vez, los diálogos no ofrecen una conversación, sino que son recuerdos e impresiones fragmentarias, tal y como ella los había percibido. No queda la impresión de que persiga una crítica social, sino que parece lamentar no haber tenido esa seguridad de las clases acomodadas, ese ambiente en que se hubiera sentido cómoda e indemne.
El uso de la primera persona narrativa y la sencillez del planteamiento agrada al lector, que entra en la protagonista y va viviendo los hechos con ella: la lluvia, las duchas, el hambre, la oscuridad…todo va surgiendo a medida que Andrea lo rememora.
El lirismo, la ternura de sus páginas, la espontaneidad de las palabras de su narradora, están sin duda entre los grandes logros. Ve Sanz Villanueva en la composición, a pesar de los <<descuidos propios de una primera novela>>, <<una prosa fresca, viva, directa>>, que sin duda contribuyó a la enorme resonancia que tuvo el año de su aparición, en que se hicieron tres ediciones y dos más un año después, en 1946, continuada en años posteriores.
La repercusión se debía en gran parte a presentar el ambiente real y problemático de la situación que había dejado la guerra, aunque también a haber recibido el Premio Nadal de Novela y a la propaganda que lo acompañaba.
Y todo aquello, la oportunidad, la juventud y simpatía de la autora, y también el haber sido capaz de destacar en medio de una narrativa trasnochadora y mediocre que encubría miedosa buena parte de la realidad española.
Por eso Nora habla de la <<sensibilidad nueva>> que aporta la autora, de la capacidad de <<dotar de interés cuando roza, ligar apretadamente su historia sin menoscabo de una a veces encrespada pero siempre fresca, bullente fluidez>>. Pasada aquella euforia hoy se considera una de las novelas claves de la posguerra (junto a La familia de Pascual Duarte) aunque se sigan señalando sus limitaciones.