Uno de los cambios más espectaculares de la historia de la literatura se produjo a principios del siglo XVIII, al volverse popular, y con un vasto público, una forma relativamente nueva, la novela (una narración extensa, en prosa, que trata de forma realista la historia de personajes de ficción dentro de un contexto social identificable), que llegó a ser considerada vehículo insuperable de la expresión literaria seria.
Hasta el siglo XVI, la forma literaria predominante había sido el verso, a menudo elevado y referido a héroes y heroínas de alta alcurnia. Sin embargo, también hubo ejemplos de ficción en prosa sobre temas menos exaltados, obras como el Satiricón de Petronio y El asno de oro de Apuleyo.
La novella italiana, un tipo de relato breve, de tipo humorístico, que encontramos, entre otros, en el Decamerón de Boccaccio, prestó su nombre a las ficciones en prosa más extensas de Defoe, Richardson y Fielding.
En la novela primitiva se pueden distinguir una cantidad de variantes importantes. A
lgunas prestan gran énfasis al realismo, es decir, la representación de la vida tal cual es.
El uso de la narrativa en primera persona produce la impresión de que lo que se narra es una experiencia auténtica, reforzándose así la ilusion de realidad.
Las novelas epistolares, escritas en forma de cartas, tenían por objeto destacar esta ilusión, dando lugar a la revelación de experiencias íntimas recientes. Pero la influencia más importante en los orígenes de la novela fue la tradición de la picaresca.
LA NOVELA PICARESCA
La palabra picaresca es una de las aportaciones del español a las diversas lenguas europeas, ya que el término deriva del castizo pícaro o «persona descarada, traviesa, bufona y de mal vivir, aunque no exenta de cierta simpatía», según la definición académica.
Las narraciones picarescas aparecieron en España en el siglo XVI, y en su mayoría narran las aventuras de sirvientes que engañan a sus superiores sociales y después se arrepienten.
En consecuencia, se ha aplicado la denominación de picaresca a toda novela estructurada en episodios (a menudo una serie de aventuras) unidos por uno o más personajes, en contraposición a la novela, donde existe un argumento más integrado.
El aventurero Simplicissimus (1669), del aleman J.J.C. von Grimmelshausen, se ajusta al modelo de la novela picaresca española y presenta un panorama social vivido de una Alemania terrible y caótica, destrozada por la guerra de los Treinta Años. Satírica, procaz y llena de detalles realistas e incluso grotescos, la novela narra la transformación del héroe, un «extraño vagabundo» que, pasando por los rolesde tonto y cínico corrupto, acaba por convertirse en un ermitaño cansado del mundo. El aventurero Simplicissimus es una de las primeras y la principal de las novelas picarescas escritas en alemán; toca los temas primordiales de su época con profundidad filosófica y una perspectiva religiosa.
La superación del género y la simultánea transición a la edad adulta de la novela como tal será en buena medida obra de un sólo libro genial: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.
EL AUGE DE LA NOVELA INGLESA
En las obras del escritor inglés Daniel Defoe (1660-1731) se nota la influencia de la tradición picaresca y se aprecia un interés similar por personajes de mal vivir. Su novela Las aventuras amorosas de Moll Flanders (1722) pretende ser una narración autobiográfica de una mujer que, con el tiempo, después de esposa, prostituta y ladrona llega a ser, finalmente, dueña de una plantación en Virginia.
La narrativa en primera persona pone énfasis en su fuerte personalidad, aunque también se explaya sobre las injusticias sociales que determinan su amena historia. Partiendo de una historia real, la novela más famosa de Defoe, Robinson Crusoe (1719) está ambientada en una exótica isla desierta, pero el héroe naufragado resulta ser un decidido denfesor de los valores burgueses, recreando en estado salvaje el mundo ordenado de la sociedad mercantil del siglo XVIII.
El clérigo irlandés Jonathan Swift (1667-1745) trasladó la convención del cuento del maninero naufrago al reino de la fantasía satírica en su clásico Los viajes de Gulliver (1726).
Las aventuras de Lemuel Gulliver lo llevan a lugares fantásticos como la isla de Liliput (habitada por enanos), Brobdingnag (poblada por gigantes) y la isla voladora de Laputa. A través de las reyertas triviales de sus diversos habitantes, Swift satiriza las pretensiones intelectuales y la vanidad de los filósofos, los científicos y las facciones políticas y literarias de la época. En la última parte del libro llega a denunciar claramente la degradación de la vida humana.
La facilidad expresiva de Defoe y su registro de detalles realistas se acrecienta en las novelas de Samuel Richardson (1689-1761), que empleó la técnica epistolar, dejando que sus personajes hablaran con su propia voz mediante cartas que no sólo narran lo que acontece sino también sus diversas reacciones emocionales y psicológicas ante estos acontecimientos.
Pamela o la virtud recompensada (1740-1741) de Richardson relata las experiencias de una joven empleada en el servicio doméstico que se resiste a los avances lascivos de su inescrupuloso patrón. Su paciencia se ve recompensada cuando al final, gracias a su virtud, su pretendiente se rehabilita y todo acaba en un matrimonio perfecto.
La moralidad aparentemente simple de Pamela fue parodiada en una novela burlesca, Shamela (1741) de Fielding.
En una obra maestra posterior, Clarissa o la historia de una señorita (1747-1748), Richardson vuelve a recurrir a la técnica epistolar, pero esta vez para registrar el derrumbe psicológico de una joven que es drogada y violada por un libertino que responde al nombre de Lovelace.
Las distinciones morales aparentemente sencillas de Richardson no son válidas para las novelas de Henry Fielding (1707-1754).
Tom Jones (1749) narra las aventuras de un niño abandonado y generoso que está a punto de perder la herencia que le corresponde, engañado por unos familiares sin escrúpulos.
Al final de la novela recupera su legítima fortuna y gana el corazón de la virtuosa heroína, no sin antes disfrutar de una variedad de aventuras sexuales. El estilo del a novela es gráfico, irónico y a menudo obsceno, y la narración de los viajes de Tom Jones brinda una amplia visión de la sociedad inglesa de la época.
Tobias Smollet (1721-1771) utilizó una técnica similar a la de Fielding, aunque los incidentes que relata suelen ser sórdidos y violentos, y su tono carece de la tolerancia y la humanidad de su antecesor.
En su obra maestra, La expedición de Humphry Clinker (1741), consigue una cómica fusión de los métodos de Fielding y Richardson; la novela narra las diversas aventuras de un grupo de viajeros mediante una serie de cartas altamente expresivas.
Un poco al margen de la tradición realista predominante en la ficción del siglo XVIII se ubica una novela muy original: La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy (1759-68), del sacerdote Laurence Sterne (1713-1768).
El apellido del narrador en primera persona de la novela implica excentricismo y absurdo, y en la obra abundan las idiosincrasias que se burlan de la forma convencional de las novelas de los contemporáneos del autor.
La novela se inicia en el momento de la concepción del héroe y su nacimiento no se describe hasta bien entrado el libro, e incluso entonces la descripción se interrumpe con la inserción de un Prólogo retrasado.
Sterne recuerda constantemente a los lectores la irrealidad e ilusión de la ficción, y se complace en abruptos saltos temporales y oscuras especulaciones filosóficas, dejando páginas en blanco, e incluyendo alusiones tipográficas sobre los acontecimientos que se describen y, en ocasiones, abandonando toda sensación de un argumento coherente. No aparece nada comparable a Tristam Shandy hasta las novelas de James Joyce, en pleno siglo XX.
LA NOVELA EN FRANCIA
Durante todo el siglo XVII estuvieron de moda en Francia los romances heroicos con ambientes pastoriles o antiguos y argumentos muy poco plausibles.
El realismo psicológico y un análisis profundo de los personajes, que se convertirían en elementos clave de la novela francesa del siglo XVIII, aparecen por primera vez en una obra de Madame de La Fayette (1634-1693). La princesa de Clèves (1678) abandona los ambientes pastoriles idealizados por sus predecesores para presentar la trágica historia de un matrimonio y las tentaciones de amor romántico en el ambiente realista de la corte francesa. Al igual que en los dramas neoclásicos de Corneille, los protagonistas dominan su pasión mediante el ejercicio de la fuerza de voluntad.
La personalidad y la emoción son tratados más de cerca en las novelas de Antoine François (el abate) Prévost (1679-1763), admirador y traductor de Richardson. Manon Lescaut (1731) es una narración en primera persona de la pasión mutuamente destructiva entre un noble refinado pero con poca fuerza de voluntad y una joven seductora pero amoral.
La novela alaba la pasión con una intesidad extraordinaria, sobre todo durante la prolongada muerte de la heroína en los brazos de su amante, en el desierto de Louisiana; aunque también existe un realismo práctico, porque el héroe toma nota de los costes financieros. Manon Lescaut ha servido de inspiración para varias óperas, incluida una de Puccini.
La influencia de la tradición picaresca es evidente en dos novelas de Pierre Marivaux (1688-1763). La vida de Marianne y El campesino enriquecido son narraciones en primera persona, cuyos héroes explican su encumbramiento social. Aunque ambas presentan elementos de realismo social que recuerdan a Defoe, la clave reside en el análisis psicológico de motivos y sentimientos. Por la importancia que atribuyen a la emoción y la intuición, y su rechazo de la autoridad y la tradición en favor de la naturalidad y la moralidad sencilla, las novelas de Marivaux, como las de Richardson, anticipan el periodo romántico. El culto de la naturaleza y la sencillez es promovido con mayor vigor en las novelas de Rousseau.
En contraste con el idealismo irreal de Rousseau, encontramos la filosofía práctica del máximo pensador de la Ilustración: Voltaire. En su obra más famosa, Cándido (1759), el héroe ve y sufre tanto que llega a rechazar el dogma filosófico de su optimista tutor, el doctor Pangloss, de que este es «el mejor de todos los mundos posibles». Por el contrario, decide que el secreto de la felicidad está en «cultivar el propio jardín», filosofía sumamente práctica que rechaza el idealismo excesivo y la metafísica complicada.
Denis Diderot compartió con Voltaire su entusiasmo por la cultura inglesa. Su novela Santiago el fatalista (1773), que combina la tradición de la novela picaresca con el relato filosófico, demuestra la influencia de Sterne en su conciencia de la artificialidad de la forma novelística.
En el campo de la psicología sexual, con habilidad consumada se lleva a cabo un agudo análisis en Las amistades peligrosas (1782), una novela epistolar elaborada con maestría por Choderlos de Laclos (1741-1803).
La novela adopta la forma de un intercambio de cartas entre dos aristócratas cínicos que utilizan la juventud inocente como un instrumento en su lucha por el poder sexual y emocional. Ya se considere una sátira sobre la vacuidad y la corrupción de la aristocracia antes de la revolución Francesa, o como una narración sobre la psicología erótica, Las amistades peligrosas es, sin duda, una obra maestra.
En marcado contraste aparece el paraíso natural idealizado que pinta Bernardin de Saint-Pierre (1737-1814) en Pablo y Virginia (1787).
El amor de los dos niños inocentes del título florece en la isla idílica de Mauricio, hasta que la intrusión de la civilización desemboca en tragedia. La influencia del romanticismo incipiente y, sobre todo, el concepto de que la bondad y la inocencia residen sólo en la naturaleza, se disciernen de esta rica evocación de un salvajismo exótico.