Ha sido llamada la «Suma filosófica del siglo XVIII», por ser el portavoz de las nuevas tendencias del pensamiento ilustrado.
Plenamente inserta en el espíritu de su siglo, responde al ansia de conocimientos característicos de la pujante burguesía europea del Setecientos.
A este afán de conocimientos respondía la Enciclopedia con el simple procedimento de consultar la palabra deseada. Se trataba ante todo, de poner al alcance de público un instrumento sencillo de vulgarización, de saber fácil al alcance de una nueva burguesía pensante. «Se gusta de ser sabio, pero se trata de serlo a poca costa», afirmaba uno de los redactores de las Mémoires de Trévoux.
Y las librerías de la época vieron sus estanterías abarrotadas de resúmenes, compendios y libros de divulgación. Pero faltaba una obra de conjunto que reuniera todo el saber de la época y que, por orden alfabético, lo pusiera al alcance del lector.
Editores de La Enciclopedia
El primer intento fue hecho en Gran Bretaña por Ephraim Chambers, quien, en 1728, dio a la luz la Cyclopaedia, or Universal Dictionary of Arts and Sciences, cuya traducción al francés inició, en 1745, el editor Le Breton, bajo la dirección del abate Gua de Malves. Al siguiente año entraron en el comité de redacción Diderot y D’Alembert, quienes se hicieron cargo de la dirección de la obra en 1747.
A partir de entonces pusieron en marcha un proyecto más ambicioso; ya no se trató de traducir y adaptar el Diccionario inglés, sino de redactar una nueva obra, original y mucho más extensa.
La nueva orientación fue expuesta en el prospecto anunciador, redactado por Diderot y aparecido en 1750: rechazo de las autoridades tradicionales e imperio de la razón, en una auténtica cruzada intelectual.
Por esta causa la obra tuvo que sufrir los ataques de los adversarios de las luces y de la censura oficial. Tras haber aparecido el segundo volumen en enero de 1752, fue prohibida por el Gobierno al mes siguiente, y aunque la censura se levantó en 1753, de nuevo fue condenada la Enciclopedia por un arrêt del Parlamento de París de 6 de febrero de 1759, cuando ya habían sido publicados siete volúmenes.
Los editores, sin embargo, continuaron clandestinamente la impresión y en 1765 se acabaron los diecisiete volúmenes de texto, mutilados en parte los originales por mano del editor Le Breton.
Principales informadores de la Enciclopedia
En 1766 fueron distribuidos a los suscriptores bajo el falso supuesto de haber sido impresos en Neuchâtel, y en 1772 salían a la luz los once volúmenes de láminas. Los principios informadores más importantes de la Enciclopedia fueron:
a) La primacía concedida a los conocimientos humanos sobre los divinos, lo que se tradujo en el poco espacio concedido a la teoría
b) La concepción antropocéntrica de la existencia, claramente expuesta por Diderot en el artículo Encyclopédie
c) La atención especial concedida a los conocimientos útiles, las artes y los oficios, como instrumento del progreso humano.
Obra de gran número de colaboradores (130), resultó de calidad desigual. Pero por encima de todo y en ello hay que destacar el papel director de Diderot y D’Alembert, la Enciclopedia se propuso cambiar la mentalidad de los hombres de su época y es innegable que lo logró.
A pesar de la condena de la Iglesia, logró una amplia difusión; fue producida dos veces en Toscana bajo el patronato del gran duque Pedro Leopoldo; fue asimismo publicada en Ginebra, Berna, Lausana e Yverdon.
En aquellos países, como en España, donde su difusión tropezó con las barreras inquisitoriales, penetró gracias al tráfico clandestino de libros. Entre 1782 y 1832 se publicó un texto resumido, obra de Panckoucke (Encyclopédie méthodique), igualmente condenado, que logró asimismo una amplia difusión.