La epigrafía es una disciplina antigua que se remonta a la Edad Media. A fines siglo XV entre los primeros humanistas nace la necesidad de conocer aspectos del mundo antiguo. A partir de los yacimientos se conocen estas inscripciones y se conocen aspectos del mundo antiguo. Esas inscripciones sirven para legitimar la historia política del momento y dar sentido a los actos bélicos que se están produciendo en el Mediterráneo Oriental.

Giovanni Anni es un dominico italiano que se inventará una crónica descubierta en Granada en forma de epígrafe latino después de la Conquista de los Reyes Católicos. Esa crónica está firmada supuestamente por Beroso. Ese documento son unas planchas de plomo en las que están grabadas una supuesta historia de España anterior a los Reyes Católicos. Esas planchas se conocen como los primeros planos de Sacramento hoy desaparecidos. En el siglo XVIII alguien retomó el tema y grabó unos segundos plomos.

Enrique Cajades es el segundo de los falsificadores. Escribe a fines del siglo XV y sus crónicas se conocen por escritores posteriores como Nicolás Antonio. Éste dedicó gran parte de sus esfuerzos a destruir las invecciones que se habian redactado anterioremente. Censuras de historias fabulosas es el libro de Nicolás Antonio con el que destruye las falsificaciones.

A finales del siglo XV, la epigrafía ha nacido como tradición histórica, pero torcida debido a las falsificaciones. Ciriano de Ancona es el primero que se ocupó a finales del siglo XV de transcribir las inscripciones independientemente de su contenido. Es el prototipo de viajero que ocupó su vida en buscar inscripciones por el Mediterráneo. En sus viajes copiaba del original o los tomaba de documentos ya desaparecidos.

Habia desplazamientos de comerciantes y viajeros que en muy pocos casos tenían interés por la epigrafía. Había moda de ir de viaje y copiar inscripciones. Se fueron formando en las ciudades archivos epigráficos que tenían semejanza con los guardados en las ciudades pero que contenían muchos errores porque a lo mejor estaba escrito por desconocidos del tema.

Esta tradición va a ir cobrando fuerza a lo largo del siglo XVI por muchos eruditos, importante en la Península Ibérica, Antonio Agustín, bibliotecario que publicó la primera colección de los epígrafes romanos.

Ambrosio de Morales, es el editor de las Antigüedades de las ciudades de España en 1575 donde se guardan muchos hallazgos. Escribe sobre los documentos que va encontrando sin tener una documentación adecuada sobre ellos. Escribe a partir de las evidencias materiales que encuentra.

A fines del siglo XVI descubrió que con la epigrafía , la numismática y la arqueología se podia hacer historia. La continua búsqueda de materiales epigráficos pone de manifiesto que hasta el 1650 al menos hay 500 compilaciones de época romana lo que supone un gran esfuerzo si se compara con el resto de disciplinas.

No todo lo que se hace tiene un enfoque falsificador, gran parte de los errores son fruto del desconocimiento, pero no hay maldad por parte de los autores.

Las cosas cambian con la llegada de la Ilustración. En Italia, aparece Escipión Maffei que da un salto cualitativo en esta técnica. No solo realiza un catálogo si no que se convierte en coleccionista de epígrafes.

Aparecen las primeras series museísticas que se convierten en referente indispensable para viajes, trabajos, etc. A esa tradición corresponde el trabajo de L. Antonio Muratori que es el primer documento con carácter científico que ha llegado hasta nosotros, fechado en 1740.

Lumiares fue el primero de los eruditos españoles en ocuparse no solo de transcribir el documento sino de dibujarlos para dar seguridad al lector y de que realmente ese documento existia. Viajó por la costa mediterránea y realizó una compilación que envió a la Real Academia de la Historia.

Gregorio Mayans escribió en 1753 la primera de las Historias de la epigrafía. Realizada sobre los documentos a los que él habia tenido acceso. Éste habia sido bibliotecario del Palacio Real de Madrid y tenia mucha información acerca de toda España. Según él, más del 50% de los tratados epigráficos eran falsificaciones. Éste nos proporciona las claves para interpretar algunos manuscritos.

Una gran parte de la erudición peninsular es claramente falsa y tenia por objeto dar autenticidad a historias que realzaban la historia de algunas ciudades y que necesitaban ese brillo histórico y se inventaron crónicas y falsificaciones. Las advertencias de Mayans nos sirvieron para mejorar las investigaciones. Caro Baroja argumenta que las falsificaciones han llegado hasta el siglo XX. La epigrafía es una disciplina peligrosa cuando se hace uso dañino de ella porque tiene una gran transcendencia.

A finales del siglo XIX, la epigrafía se convierte y tiene un país de referencia que es Prusia. El Instituto de Berlín es el motor de los trabajos epigráficos. Se fragua la idea de crear un catálogo documental en el que aparecen documentos de los que se tenga constancia de ellos y los falsos aparezcan catalogados como tales. Esos primeros catálogos fueron dirigidos por Teodoro Mommsen que es todavía la referencia para la epigrafía, es el impulsor de los catálogos epigráficos para el mundo romano.

Fue historiador de Roma y consiguió el Premio Nobel de Literatura para escribir la Historia de Roma. Creó un grupo de epigrafistas que viajaron por Europa para comprobar las lecturas de las inscripciones y dejar a un lado las contempladas en los manuscritos, leen directamente de los originales y se preocupan por los materiales y por su origen. Su trabajo tuvo un continuador entre sus discípulos, Emilio Hübner que realizó una gran parte de los volúmenes que acabarían publicándose como Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL) que empezó a publicarse en 1850 y aún sigue hoy.

Los volúmenes del  CIL fueron publicados por los países respetando la división administrativa romana y en cada uno de los volúmenes se encontraban las inscripciones de cada uno de los territorios. Tiene plenas garantías y es un documento utilizable. Tenia un inconveniente, la transcripción de las inscripciones se hacia textualmente de cómo aparecían en las inscripciones. El lector tenia acceso a lo que ponia en la piedra, pero no las podía entender. Esa carencia se solucionó en la edición revisada en el siglo XX y los lectores del CIL no solo conocen lo que pone en la piedra si no la propuesta de interpretación de los diferentes autores. Hay dos recursos para estar al tanto de los nuevos recursos:

Servicio de Heidelberg por Internet

Année epigraphique, revista anual que publica los descubrimientos que tienen lugar en el mundo durante un año.

Para la Península Ibérica, la base de datos es el fichero de Hispania Antigua Epigraphica en Madrid. Ese fichero se actualiza con noticias y con descubrmientos inéditos.

No se da por bueno ningún documento del que no se pueda realizar una comprobación del mismo, pero esto ralentiza el trabajo y se puede compensar esa tardanza con los recursos que hoy tiene Internet.

La epigrafía como disciplina histórica
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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