El escriba en Egipto era el hombre que dominaba la lectura y la escritura, fue objeto de una gran consideración en Egipto.

Prueba de ello lo atestiguan, por una parte, el tratamiento artístico que reciben determinados escribas, representados parcialmente hieráticos, como miembros de la segunda clase social, después de los soberanos y sus familiares. Por otra, numerosos textos conservados en los que se ensalzan las ventajas de la profesión, frente a las molestias de otros oficios.

Sus funciones

Les correspondía una  posición clave en la sociedad. Podemos distinguir entre el escriba secular y el sacerdotal. El primero era un funcionario a cuyo cargo corría la administración del estado, altamente centralizado al ser el faraón el dueño del país. Los escribas sacerdotales tenían a su cargo el culto de los dioses en una sociedad tan religiosa como la egipcia, tenían un poder inmenso.

En muchas ocasiones intervinieron en las luchas sucesorias e inmpusieron sus criterios y conveniencias. Debido a este poder, los faraones lo mimaron siempre, tanto en el Imperio Antiguo como en la época Helénica.

Desde el Milenio II a.C., el uso de la escritura se hizo esencial para la profundización científica, ya porque ésta concerniese a la teología, ya porque se dirigiera a las que serán consideradas <<ciencias exactas>>.

Es en el II milenio a.C. cuando la profesión de escriba se convirtió en una profesión ambiciosa y solicitada en la administración. se especializa en una serie de actividades sectoriales que lo equiparan a la figura del funcionario.

Gracias a los escribas fue posible mantener inmutable el estado egipcio, tres veces milenario.

Ellos educaron al pueblo bajo y a las clases dirigentes para la consolidación y pervivencia de las estructuras sociales, administración la riqueza del país y la fomentaron haciendo posible, con sus conocimientos técnicos, un mayor aprovechamiento de los recursos naturales y la creación de nuevas fuentes; fueron el instrumento de distribución de la riqueza entre los habitantes y también a ellos se debe en gran parte el carácter alegre de los egipcios.

Formación de los escribas

Era la única que se conseguía con una enseñanza propiamente escolástica, y además impartida inicialmente solo en la capital. Por lo demás, el aprendizaje del escriba conllevaba cierta madurez; la dificultad del sistema de escritura hacía poco probable que su aprendizaje pudiera iniciarse en edad muy precoz.

Era necesario que las familias, además de poseer una inclinación por la cultura, tuvieran también medios adecuados de subsistencia. La preparación del escriba abría el camino a las profundidades del conocimiento, y daba acceso a los puestos más altos.

Existían familias de escribas de varias generaciones, y otras veces la función de escriba se alternaba en línea hereditaria con la de sacerdote o de funcionario. A menudo los cargos se sumaban, y era normal que un sacerdote fuera también escriba de las ofrendas divinas en el templo.

En el Imperio Nuevo, la presencia del escriba en la sociedad no atañía sólo a las exigencias de la administración. Los escribas se configuraron como un verdadero círculo intelectual que producía cultura.

Los escribas vivían por lo general concentrados en los palacios o en los centros administrativos dependientes de las residencias reales, o bien en los templos, donde el número de personas capacitadas para la escritura era probablemente muy alto.

Por el contrario, en la generalidad del país la gran mayoría de la población era completamente analfabeta. El escriba no representaba ya sólo al lector de las inscripciones funerarias, en adelante era también aquel que redactaba y leía la correspondencia epistolar.

Cuando se disponían a escribir, estos funcionarios generalmente se sentaban con las piernas cruzadas y apoyaban el rollo de papiro directamente en el regazo. En algunos relieves aparecen también en cunclillas, con un tablero para apoyar el papiro. A su alcance, el escriba siempre llevaba consigo sus instrumentos de trabajo, que eran muy variados: papiros, una paleta con pinceles, tinteros, un frasco con agua y un mortero.

Recibía el papiro en rollos y lo cortaba a la medida adecuada con la navaja, que también utilizaba para afilar los pinceles. Para escribir empleaba un pincel, que qera un tallo de junco afilado por un extremo o deshilachado.

La paleta tenia dos orificios: uno para la tinta negra, y otro para la tinta roja. El mortero se utilizaba para moler los pigmentos y reducirlos a polvo. En una bolsa de cuero se guardaba un frasco con agua y goma o jugo de papiro, que usaba para humedecer el pincel y aplicarlo a la tinta.

Muchas paletas tenían carácter ritual y se depositaban en las tumbas para que el difunto las utilizara en la otra vida.

Al igual que otros profesionales, los escribas tenían un patrón que, en su caso, era Tot. Este dios se representaba a veces como un baduino y otras como un ibis, que eran sus animales sagrados. Se le consideraba el inventor de la escritura y del calendario, y señor del tiempo.

Bajo esta última advocación puede vérsele en pinturas funerarias como en las hojas de persea, el árbol sagrado de Heliópolis. También regía la Casa de la Vida o escuela de los escribas, y como escriba de los dioses, estaba presente en el Juicio del Alma, donde anotaba el resultado de esta ceremonia. En algunos textos figura como dios asociado a la magia e inventor de todas las palabras.

El elevado rango social de que gozaban los escribas se aprecia en el hecho de que es una de las pocas profesiones que se indica con un pictograma que reproduce uno de sus instrumentos de trabajo: la paleta. Los pictogramas son signos utilizados en la escritura que representan fielmente la realidad.

La paleta que constituye el pictograma de los escribas está reproducida con mucho detalle: tiene dos orificios para la tinta, la bolsa de cuero que contiene un frasco con agua y los pinceles. Significa «escribir» y forma parte de las palabras relacionadas con archivo, registros, impuestos y tributos.

(Fuente. Revista Cejillas y Tejuelos. Artículo escrito por José Luis Samper Justamante)

El escriba en Egipto: sus funciones
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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